Cuando escuchaba mi voz, parecía que era otra la que hablaba, ¿te ha pasado esto alguna vez? ¡A mi sí! Y en ese momento me sentí sola con mi voz, como si ésta le perteneciera a otra persona, era como sentirme hablar pero sin mí ¡Raro, ¿no?!
La primera vez que tuve conciencia de esto fue hace muchos años, cuando era pequeña. Fue en una clase en donde la profesora nos pidió grabar algunas conversaciones específicas; nos reunimos en la clase para hacer la tarea y todos fuimos grabados.
Al día siguiente, la profesora llevó la grabación para que escucháramos nuestras propias voces, y cuando apareció mi voz, yo sentí que no se parecía a la mía – ¡qué ridículo! pero así lo escuche – y me sentí avergonzada, me quise esconder, estaba incrédula de como sonaba mi voz, tan distinta a como yo la imaginaba o más bien la escuchaba.
(Esto quizás no es tan sorpréndete hoy, ya que enviamos muchos mensajes de voz en donde escuchamos lo que decimos y lo podemos corregir cuantas veces queramos, pero hasta hace algunos años esto no era posible)
Después vino la otra sorpresa… ¿y yo dije eso? Otro momento de aterrizaje forzoso, no tenía ni un recuerdo de lo que había dicho.
Al escuchar mi voz aparecieron juicios que no sabía que tenía sobre mi misma:
Parezco una niña, repetí la misma palabra muchas veces, se me olvido lo que tenía que decir, debería haber dicho…, porqué no le conteste, no es eso lo que pienso, etc.
Por algunos años, esto provoco que mi voz se mantuviera controlada, apropiada y con poca opinión.
Pero esto no duró mucho tiempo, ya que en la adolescencia el silencio se transformó en un dolor para mi voz. Entonces apareció como un animal sin control, hiriendo, rompiendo, provocando y haciendo pedazos todo aquello que la limitara.
Las consecuencias de esto fue el aislamiento, la segregación y el castigo, pero por otro lado el atrevimiento, la valentía y la pasión que comenzaron a dar guía a esta voz que buscaba identidad.
Más tarde, mi voz fue encontrando su forma, su estilo, su ritmo, su propia libertad para ser escuchada, respetada y alentada. También las experiencias y los encuentros íntimos con otros introdujeron nuevas ideas e ideologías que me mostraron alternativas que antes no veía.
Mi voz ha ido poco a poco encontrando su lugar, su carácter y su manera de ser escuchada en este mundo de tantas voces.
Con los años mi voz se ha profundizado, se ha vuelto mas inquisidora para salir, ahora espera su turno, se toma las pausas necesarias para salir fresca, independiente y cuidadosa hacia quien está disponible a escuchar. Hoy mi voz me representa, somos una y cuando la escucho, me escucho.
Creo que mi voz tiene un poder, y ese poder está en mi control. Mi voz es poderosa porque me encarna, porque se manifiesta, porque además es mía. Aparece y desaparece ante mi comando, mi voluntad, mi parecer y así es como hoy valoro mi voz, como un poder que me pertenece.
Y qué me cuentas tú ¿Qué hay de tu voz? ¿Cuándo la usas? ¿Cómo la usas? ¿Quiénes te escuchan? Cuéntame de tu poder, el poder de tu voz.