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Lo que es parejo no es chipotudo

Omar Gasca
The Capitol Building, is the meeting place of the United States Congress and the seat of the legislative branch of the U.S. federal government. It is located on Capitol Hill at the eastern end of the National Mall in Washington, D.C.

La tendencia en los medios suele reducirse a una fórmula: primero es show y luego anécdota. Así, con una especie de filtro de superficialidad se decanta el escándalo y su correspondiente “juicio”, pero basado fundamentalmente en lo inmediato, lo aparente y lo que cualquier individuo con 90-109 puntos en la Escala Wechsler de Inteligencia –un coeficiente intelectual promedio– puede observar, deducir, comparar, evaluar… Pero, para disfrazar tal liviandad, semejante ligereza, se invoca o consulta a un “experto”, de esos que estudiaron Relaciones Internacionales y de un tiempo acá se les llama “internacionalistas”, quienes con una supuesta capacidad de saberlo todo acerca de todos los países (política, economía, salud, deporte, historia, geografía, cocina, tradiciones y toda cosa que empiece con alguna letra del alfabeto) opinan, y con ello nos abren los ojos, pero porque nos sorprende la pericia con que afirman lo mismo que haría un taxista, un peluquero o un elevadorista medianamente informados. La revelación profunda de que el agua moja, claro que mueve al asombro. Pocas, muy pocas las excepciones.

          Los recientes hechos ocurridos en el Capitolio, en Washington, protagonizados por seguidores de Donald Trump y azuzados por éste gracias a sus acusaciones de fraude electoral, terminan por narrarse en términos de atentado a la democracia, terrorismo interno, acción violenta, extremistas, sedición y poco más, lo que mueve a la indignación de muchos líderes del mundo y a mostrar internamente una cara de vergüenza frente a ellos. Por supuesto, una y otra vez las mismas escenas, acompañadas de las mismas descripciones, expresiones, explicaciones y adjetivos. El agua moja.

            ¿Pero dónde, cuándo y a qué hora algunas preguntas? Si el grupo o los grupos extremistas son provocados, incitados, empujados por quien sea, la respuesta no es una de las leyes de Newton, la tercera, que en síntesis refiere que “a cada acción siempre se opone una reacción igual, pero de sentido contrario”. La idea sería, en todo caso, “como nos robaron la elección, ahora arrebatamos”. Solo que la psicología no es mecánica automotriz ni una maquina en la que se introduce masa y salen tortillas. ¿Toda la gente azuzada responde forzosamente al llamado? ¿No hay detrás, antes, una base psicosocial, en cierto modo (digamos) ideológica, pero, también, una necesidad de desahogo que solo requiere un pretexto? ¿Los mueve realmente un reclamo de justicia o es otra cosa como, por ejemplo, no saber perder? ¿O sencillamente un odio a lo que representa la parte opositora, por cierto a todas luces ganadora de la elección? ¿Dónde las preguntas, reflexiones e indagaciones sobre el tema?

          ¿Dónde, por ejemplo, los ensayos de respuesta acerca de la falta de preparativos para enfrentar una marcha de protesta hacia el Capitolio, probablemente violenta, que había sido largamente anunciada? Por semanas y públicamente, sobre todo en las redes sociales, se hablaba de una posible toma del Congreso y, sin embargo, el personal de seguridad del lugar fue aparentemente sorprendido y en principio rebasado. ¿Subestimaron la fuerza de la marcha? ¿Pensaron que no ocurriría? ¿Los dejaron llegar por alguna razón?  Hace unos meses, la muerte de George Floyd movió otras fuerzas. En la manifestación del 1 de junio de 2020: Guardia Nacional, rifles de asalto, escudos, gases lacrimógenos, balas de goma, macanazos, caballos… Que se trate de modo diferente a negros y blancos es un signo y eventualmente un síntoma que requiere una atención urgente desde hace años, en todas las esferas de la vida americana.

          ¿Un signo? Precisamente debajo de un letrero con la leyenda Black Lives Matter y el rostro de Floyd, dos de los sujetos que se introdujeron al Capitolio recrearon, burlándose, la escena en la que el afroestadounidense forzadamente permanecía sobre el pavimento mientras un oficial de la policía le daba muerte por asfixia con una rodilla en su cuello.

Ahora la policía del edificio que alberga las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos fue superada y la policía de Washington llegó tarde. Cuatro muertos. Joe Biden tiene razón: los acontecimientos del 6 de enero no representan la conducta del pueblo norteamericano ni reflejan sus valores democráticos. Pero el caso es que extremistas hay, de todo y para todo, y no es que sea pequeña la parte, como hemos podido comprobar a lo largo de ya demasiados años. Y la parte de un todo, hace su parte en el todo. Y por otro lado, el concepto de democracia no responde sólo a su sentido etimólogico de “poder del pueblo”. Las palabras recurrentemente citadas de Lincoln: “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, implican un principio básico de igualdad que rara vez se ve.

No vimos la misma reacción ahora que cuando las protestas en torno a la muerte de Floyd, ni la misma indiginación cuando separaron a menores migrantes de sus padres o madres y los metieron en jaulas. No escuhamos a los líderes del mundo ni a muchos famosos “internacioalistas” alzar la voz ni un poco.

Faltan muchas preguntas, mucha reflexión. Demasiado espectáculo, eso sí.

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