Durante 9 meses en Colombia, luego de regresar de Nueva Zelanda, me sentía algo extraña, algo foránea, es raro pensar que tu casa ya no la sientes como tuya y que lo que un día pensaste era la única verdad, ya no lo es.
Viajar cambia el alma y sus pensamientos, la forma en la que se interpreta el mundo, es más, viajar a consciencia te cambia hasta la lectura que tienes sobre los miembros de la familia.
Y cuando hablo de viajar consciente, me refiero no solo a los viajes tipo tour, donde todo es perfecto, donde alguien está tras bambalinas preparando un lindo show como en un crucero; ¡no! a esos viajes no me refiero, sino a aquellos que salieron de la nada, que nacieron de escuchar el alma y la razón.
Volviendo a la historia de hace unos meses, luego de finalizar mi trabajo en Colombia y aplicar a algunas ofertas de empleo, sin éxito alguno, una noche de la nada compré tiquetes para Europa, lugar donde viajaría como voluntaria, sin mucho dinero, pero llena de ganas y con la plena de seguridad de que todo sería incierto.
Confieso que en el fondo siempre he sentido que desde que empecé esta vida viajera, personas alrededor mío se cuestionan y se preocupan por mi futuro, y está bien, lo acepto y lo respeto, pero estoy aprendiendo a vivir el presente, luego de pasar el 90% de mis 31 años dedicada a pensar en un futuro con resultados diferente a los anhelados.
Hace poco descubrí que viajar como voluntaria me ayudaría a ahorrar bastante dinero, pero no quería acceder a los voluntariados de siempre, asi que encontré un tipo de voluntariado en el cual me conecto con personas que tienen sus negocios u hogares (cafés, hoteles, hostales) y necesitan de alguien que les “dé una mano”, al final lo que buscas es conocer la cultura de un lugar compartiendo con la gente local.
El solo hecho de pensar que estás trabajando voluntariamente a cambio de comida y acomodación genera un sentimiento bastante particular, luego de que años atrás jamás imaginé hacer esto porque “trabajaba para cubrir mis gastos y pagarle a otros por sus servicios”.
Ser voluntaria, personalmente, me ha dado lecciones de humildad y empatía, estar de recepcionista atendiendo clientes de todos los lugares del mundo, me recuerda que cuando era la cliente fui egocéntrica, prepotente y clasista.
Además, a través de esta idea visité Munich, Atenas y La Gran Canaria, creo que lo más valioso de este viaje fue aprender que viajar a consciencia no es para olvidar, en mi percepción esta es una creencia falsa, asi no debería tomarse un viaje, conozco personas que dejan su país escapando de situaciones emocionales, muchos pensando en que si están afuera no van a volver a pasar por lo mismo, pero ¡oh sorpresa! les vuelve a suceder, esto indica que entre más evadamos algo más nos va a aparecer en la vida y desaparecerá solo si lo enfrentamos. Incluso, el olvido a mi parecer no existe, aún las personas con Alzheimer avanzado pueden llegar a recordar capítulos de su vida por pocos segundos.