Portada SociedadEntrevistas Daniel Fernández, director de The Wall, obra que busca exponer las barreras culturales

Daniel Fernández, director de The Wall, obra que busca exponer las barreras culturales

Ashelen Tejerina
Daniel Fernández, director de The Wall. Fotografía por Julia Franchino.

Daniel es español pero hace casi una década que vive en Nueva Zelanda, país que le abrió las puertas y donde terminó de consolidar su confianza en el mundo de la actuación. Si bien hace tiempo que su profesión es la de ingeniero industrial, de a poco se ha ido ganando un nombre dentro del espectáculo. 

En estos últimos años ha participado de obras como Falafel [2018] y The Apple [2017], ambas dentro del Short+Sweet Festival; el año pasado estuvo actuando, dirigiendo y produciendo la obra teatral ¡Ay, Carmela! para el Auckland Fringe Festival. Además, es el director de Babel Theatre, compañía de teatro que utiliza la diversidad de sus integrantes, como herramienta creativa.

El 2020 lo encuentra dirigiendo The Wall, obra que se centra en la inmigración, las barreras/muros culturales que nos ponemos y la integración social como objetivo.

¿Hay racismo en Nueva Zelanda? ¿Cómo ve él el mundo que nos rodea? ¿Podemos hacer algo para cambiar la realidad circundante? ¿Cómo nos desenvolvemos estando del lado del inmigrante? ¿Y del nativo? Estas son algunas de las cuestiones que tanto Daniel como The Wall nos ayudarán a responder. 

EL INGENIERO INDUSTRIAL QUE SOÑABA CON ACTUAR.

Daniel, ¿cómo llegas a Nueva Zelanda?

¡Por mi mujer que es de acá! Primero te cuento cómo llegué a ella, la conocí estando de vacaciones en Tailandia. Ella estaba haciendo un voluntariado, nos encontramos en la ciudad cuando ya se regresaba. ¡Pero el amor fue más fuerte! Nos enamoramos y nos fuimos para España. Primero en Madrid, pero a mi esposa no le gustó mucho. Ella no hablaba español y venirse sin conocer el país o el idioma sabemos que no es fácil. Estuvimos en España casi dos años y medio, pero en el 2012, durante la crisis española, decidimos irnos para Nueva Zelanda.

Decís que tu mujer en ese momento no hablaba español, ¿cómo venías vos de inglés?

Yo hablaba como lo hace la mayoría de los hispanohablantes, si bien me servía para comunicarme no era fluido y me faltaba mucho por aprender. ¡Pero con un par de vinos mejoraba notablemente! [Risas] Llegué con un idioma que flaqueaba, si bien tenía el lenguaje profesional, me faltaba el otro, el social. Todavía no estaba con la confianza para hacer nada con el teatro. Tardé como un año hasta lograr esa confianza.

¿Cómo fue tu vida cuando llegaste a Nueva Zelanda?

Llegamos con mi mujer embarazada de 7 meses. La idea era irnos a Wellington pero hubo varias circunstancias que hicieron que al final nos quedásemos en Auckland. Primero nos quedamos aquí por sus padres y luego estaba el tema laboral, que sabíamos que aquí iba a ser más fácil para mí. 

¿Te costó conseguir trabajo?

Se podría decir que tengo una doble vida en este país: me considero actor de teatro pero me gano la vida como ingeniero. Cuando llegué sabía que mi inglés no era bueno aún para dedicarme a la actuación por lo que tenía que seguir con la ingeniería. Encontré trabajo fácilmente, en una empresa que además estaba interesada en la energía solar y estaba aquí en Auckland. 

Ingeniero de día, actor de noche… Una especie de Clark Kent – Superman podríamos decir. 

[Risas] ¡Algo así! Soy ingeniero industrial, trabajé durante 11 años en una gran empresa de telecomunicaciones en España. Cuando mi mujer se vino conmigo yo dejé mi trabajo. Recuerdo que mi madre me dijo “¡Esta chica te ha vuelto loco! ¡Dejar tu trabajo así como así!”. Pero yo considero que se alinearon los planetas. Sentía que mi trabajo como ingeniero sólo servía para el negocio. Si bien había descubierto mi parte artística unos años atrás, sabía que aún me faltaba, entonces hice un master en energía solar. Mi sueño era y sigue siendo aportar algo al futuro. Hoy por hoy he descubierto que desde el arte puedo hacerlo.

¿Cómo es que un ingeniero industrial descubre su verdadera vocación de ser actor?

Llevo 20 años haciendo teatro. Soy el típico caso del chico que hace caso a sus padres: “Tú tienes que estudiar para encontrar un trabajo, para tener un futuro, una casa, un porvenir.” Y eso hice. Mi vocación por el teatro la encontré cuando tenía 22 años por un amigo que me dijo que tenía que ser actor y así empecé [risas]. Empecé a tomar cursos, me dijeron que se me daba muy bien y de ahí no paré. Los primeros dos años estuve dando clases, después creamos una compañía de teatro amateur.

« ¿QUÉ SERÍA DE LA VIDA SI NO TUVIÉRAMOS EL VALOR DE INTENTAR ALGO NUEVO? » VINCENT VAN GOGH.

¿Creés que Nueva Zelanda te ayudó a dar ese salto que necesitabas, esa dosis de confianza?

Sí, realmente sí. Fue cuando llegué aquí que me lo planteé como un objetivo ya que todo era nuevo para mí, ¿Por qué no también dedicarme a la actuación? Y bueno, aquí me ves. Me encuentro haciendo cosas que nunca hice en España. El año pasado, por ejemplo, me atreví a ser productor y director con la obra ¡Ay, Carmela!.

¡Ay, Carmela! es una obra teatral que retrata la Guerra Civil de España. La obra se presentó en Auckland por primera vez [2018] y luego fue llevada a Wellington [2019] dentro del marco del Fringe Festival. Daniel encontró una llamativa conexión: soldados neozelandeses participaron de manera voluntaria en la lucha contra de los fascistas. Si bien ¡Ay, Carmela! se desarrolla en español -uno de los rasgos distintivos de esta puesta en escena en Nueva Zelanda- cuenta con la narración del reconocido periodista de guerra, Ian Sinclair, que además de periodista se perfeccionó en guitarra flamenca.

Daniel y Adriana Yianacou en ¡Ay, Carmela!. Fotografía por Ismael Garcia Yorugua.

He ido a ver espectáculos en otros idiomas y muchas veces cuesta seguir el hilo ya que no es nuestro lenguaje. ¿Como fue la reacción del público al encontrarse con una obra teatral en español?

Cuando la gente va a la ópera la mayoría de las veces no entiende lo que están cantando pero sin embargo la gente va y experimenta emociones. ¿Por qué es eso? Porque al no entender lo que se está diciendo el público usa sus otros sentidos, no se fija sólo en las palabras, sus otros sentidos se despiertan. Mi idea era conectar con el público desde ese otro lado justamente, buscaba que trascendiera lo que estábamos haciendo.

¿Consideras que el lenguaje corporal, en este contexto, dijo más que el lenguaje verbal?

Sí, así es. El director, los actores, los cantantes, todos los artistas en general, hacemos un esfuerzo especial para conectar con el público, para que se entienda lo que queremos mostrar aún sin el uso del lenguaje. Con esta versión adaptada de ¡Ay, Carmela! trabajamos mucho el lenguaje no verbal ya que sabíamos que si bien vendrían hispanohablantes, también iba a haber entre el público personas que no hablasen español, entonces era un reto. El mayor piropo que nos hicieron fue que habían seguido y entendido la obra, que habían conectado con la historia. Fue una experiencia muy muy bonita.

¿¡Ay, Carmela! marcó un antes y un después en tu vida actoral?

Definitivamente. Fue la primera vez que me atreví a decir “vamos a por todas”. Cuando me ofrecieron hacer este proyecto en español, en el 2018, dije dale, vale, hagámoslo. Era algo seguro también, era aquí en Auckland, solo había que atraer a la gente. Fue mi primer rol como productor también. El tema fue cuando nos contactó la Embajada Española y nos propusieron llevarla a Wellington. Y lo hicimos, con miedos, sí, pero fuimos para adelante. Estábamos dentro del Fringe Festival, compitiendo con otros eventos muy buenos. Tuvimos lleno absoluto toda la semana. Nadie podía creer que un espectáculo en español había vendido tantas entradas. 

Si tendrías que describirte como actor, ¿cómo lo harías?

No concibo el actuar como algo por hacerlo y ya está. Me mueven muchas cosas sociales. Lo que yo busco como artista y como director/escritor es poder cambiar las cosas. Y exponerlas. La matanza de Christchurch fue algo que me sensibilizó bastante. Ahí empecé a tomar conciencia real de las cosas que están pasando en el mundo. Me puse a pensar en la responsabilidad que tenemos nosotros, los artistas, a la hora de involucrarnos con estos temas sociales e incómodos a la vez. Fue entonces que le propuse al grupo que explorásemos esto.

Cuando decís al grupo ¿te referís a la compañía de la cual sos director, Babel Theatre?

Así es. Babel es un ente orgánico que está creciendo, es muy joven aún, empezamos en el 2017 con cinco personas, todas de diferentes nacionalidades. Poco a poco se han ido incorporando más, si seguimos creciendo tendremos una gran familia, que es nuestra idea. En Babel intentamos utilizar la diversidad cultural como herramienta creativa, buscamos utilizar el arte para progresar y para dar visibilidad a cuestiones que otros sectores no se están ocupando. A mi modo de ver, la verdadera integración viene cuando estamos interesados en ver el lado humano de las personas, no cuando tenemos muchas nacionalidades viviendo en un mismo espacio.

Daniel en pleno ensayo de The Wall para el Auckland Fringe Festival 2020. Fotografía por Julia Franchino.

THE WALL: CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD NO ES MERA COINCIDENCIA.  

Contanos un poco el trasfondo y la historia detrás de The Wall, ¿cómo llegaron a armar esta obra?

Todo se terminó de consolidar cuando TAPAC [The Auckland Performing Arts Centre] me contacta en 2019 y me pregunta qué tenía pensado hacer para el año que viene, es decir, este año. Les comenté que estaba trabajando en un proyecto creado desde cero y les interesó la idea. Lo que quisimos hacer con The Wall es crear una obra que hablara de la realidad social que estamos transitando ahora, del fenómeno migratorio desde nuestra perspectiva. También de los muros que nos ponemos frente a distintas situaciones. Esta obra no nació solo de nuestros escritores, sino también de lo que nuestros actores crearon, fue escrita entre todos. Las experiencias de ellos están plasmadas en el guión. Intentamos darle una dimensión real al inmigrante desde el lado artístico. Contamos con 23 actores, 2 músicos y 18 nacionalidades.

¿Ya tenías la idea desde antes o se te presentó cuando justamente el TAPAC te pregunta?

La idea ya estaba y cerró justo. Quería hacer algo como inmigrante, quería contar nuestra historia. A través de nuestras historias nosotros tenemos el poder de cambiar el mundo. Como ingeniero estoy intentando cambiar el mundo pero no tengo el poder que tengo hoy por hoy como artista. Tenemos una obra con diversidad real, no creo que haya otra así en el Fringe Festival, con tantos actores en escena, una obra coral que la hemos creado nosotros mismos con historias reales, personales. 

¿Por qué considerás que esta producción es diferente a lo que podemos ver en el Fringe Festival?

Porque le estamos dando voz a un tema que está muy en boca de todos, tratamos con una comunidad que nadie trata. Somos la única compañía de teatro que es realmente diversa. Todos tenemos distintas influencias porque venimos de distintas partes del mundo, con distintos conocimientos, distintas influencias que nos identifican. Nuestra diversidad es lo que marca la diferencia y realmente estamos haciendo un producto de calidad. Tendremos éxito si logramos sorprender al público y eso es lo que nos proponemos. Es la primera vez que recibimos dinero también. Hay compañías que les lleva mucho tiempo, nosotros somos nuevos pero estamos haciendo muy buenas cosas. Estamos recibiendo una visibilidad e intereses que estoy convencido que si hacemos un buen trabajo nos puede llevar muy lejos. 

¿Cómo consideras a Nueva Zelanda con respecto al racismo y la diversidad? 

Yo he visto como tratan en España a los inmigrantes y no es algo agradable, no es algo a lo que te acostumbres tampoco. En Nueva Zelanda veo un caso excepcional, realmente hay mucha diversidad cultural, es un país en donde hay flexibilidad y oportunidades, de eso no me puedo quejar. Pero también hay que reconocer que no es un país perfecto. Hay muchos casos de racismo, la matanza de Christchurch nos mostró que hay algo. Si bien es un lugar receptivo y friendly yo también recibo mucho racismo indirecto, que si bien no va contra mí, va contra otros inmigrantes. 

Daniel Fernández, director de The Wall, obra teatral que se presentará en el Auckland Fringe Festival 2020.
Afiche promocional de The Wall para el Auckland Fringe Festival 2020. Crédito: Facebook.

The Wall buscará interpelar al público desde un lado crítico, invitándolo a hacerse preguntas que sabemos que existen pero que a veces uno teme hacer o responder. Vayan preparados para una experiencia que los dejará, sin lugar a dudas, pensando y reflexionando.

↓ Información ↓

Lugar → 100 Motions Road, Western Springs, Auckland – The Auckland Performing Arts Centre.
Días y horarios → 3 Mar 2020 al 7 Mar 2020 // 19.30hs.
Precios → $15 – $20.
Tickets → The Wall Fanpage Oficial.

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