Portada SociedadEntrevistas De surfer rockero a compositor de Flamenco: La historia de Paul Bosauder

De surfer rockero a compositor de Flamenco: La historia de Paul Bosauder

Ashelen Tejerina
Paul Bosaunder Guitarra Flamenco Sevilla Nueva Zelanda Mar y Tierra 3
Paul Bosauder en Bethells beach, Auckland, Nueva Zelanda. Fotografía por Julia Franchino.

Uno no elige de quién enamorarse, como bien ha expresado el escritor argentino Julio Cortázar en Rayuela [1963] y de eso puede dar fe Paul Bosauder, músico kiwi de origen libanés. A los 26 años salió de su zona de confort, dejó atrás las olas, sus amigos y su familia y se aventuró a ver qué había más allá de las playas neozelandesas.

La música era -y sigue siendo- su pasión y tuvo la suerte de que esa pasión mutara en amor: un buen día sus cinco sentidos se encontraron con el Flamenco, que como bien diría Vicente Amigo, guitarrista de Flamenco español, “el arte flamenco puede cambiar tu vida y engancharte para siempre”. Y eso le pasó a Paul Bosauder, se enamoró de este género y se embarcó en el desafío de su vida: lograr transmitir lo que él había sentido esa primera vez que tuvo contacto con la música.

Paul, ¿cómo es que un chico que se crió en Nueva Zelanda llega a interesarse por el Flamenco?

Crecí en una isla, apartado de todo, con las olas como amigas y la arena en mis pies, intentando surfear, haciendo música. Fue fantástico criarme en este paraíso pero necesitaba moverme, mi cultura y mis ganas me lo pedían. Salí con una mochila y una guitarra acústica. Pasé por Estados Unidos, Londres y terminé trabajando en Beirut en un teatro donde había artistas de todo el mundo: Palestina, Rumania, músicos árabes. Recuerdo que yo tocaba canciones de Bob Dylan, Pearl Jam, Led Zeppelin. Un día escuché a un barcelonés tocar Flamenco y me fascinó. Jamás había escuchado algo así. ¡Ni siquiera sabía qué estilo era o dónde estaba España en el mapa! [risas]. 

¿Se podría decir que fue amor a primer acorde?

Sí, se podría decir de esa forma [risas]. Siempre tuve ganas de estudiar música formalmente para poder evolucionar, pero no lo había hecho porque con lo que sabía en ese momento me bastaba. Pero al ver ese espectáculo mi vida tomó una dirección concreta: ya no quería viajar para descubrir sino que quería viajar para aprender a tocar Flamenco. Recuerdo que compré otra guitarra, un libro y un billete a España, a Barcelona puntualmente.

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Paul Bosauder en Bethells beach, Auckland, Nueva Zelanda. Fotografía por Julia Franchino.

QUIEN TIENE UN POR QUÉ PARA VIVIR PUEDE SOPORTAR CASI CUALQUIER COMO.” FRIEDRICH NIETZSCHE.

Pero vos no hablabas español en esa época..¿no es cierto?

¡No, qué va! No hablaba nada de nada, hice un curso de dos meses para aprender lo básico. Lo que tenía era una motivación enorme: sabía que tenía que aprender porque sino no me iban a tener en cuenta en ningún lado. Después de esos meses, entré en un conservatorio y empecé a estudiar música formalmente. Al poco tiempo unas conocidas de la escuela me contactaron y conseguí trabajo acompañando con mi guitarra en distintos shows.  

¿Como fueron los años de estudio?

Cuando llegué empecé en una escuela que no era muy buena así que me fui con los gitanos, para aprender, para sentir, para vivir el Flamenco como tal. Andaba con 5 ó 6 profesores a la semana, con los dedos reventados, en carne viva. Al siguiente año me fui a Granada a estudiar, luego volví a Barcelona. Al tiempo me di cuenta que había tocado techo, no mejoraba, sabía defenderme pero no me sentía orgulloso de cómo lo hacía, me faltaba ese profesionalismo que veía en los grandes. Siempre fui muy realista conmigo mismo. No entendía cómo podían sacar ese sonido, cómo lograban hacer sentir lo que hacían sentir. Yo no era capaz en ese momento. Lo único que sabía era que el Flamenco me hacía hervir la sangre.

¿Por qué decís que no eras capaz? ¿Qué te faltaba para lograr eso que estabas buscando?

Me faltaba un maestro, un guía musical, y es ahí donde conozco a Rafael Cañizares, que tiene una escuela de guitarra increíble, todos los grandes han estudiado con él. Él me enseñó, entre otras cosas, que tenía que tener paciencia para lograr lo que me propusiera, me incentivó a disfrutar de la vida, a tocar la guitarra cuando tuviera que hacerlo, pero también a saber correrla y vivir. No obsesionarme, no estar como un loco con cinco profesores a la vez, la música estaba en mí, sólo tenía que ser paciente. Para mí Rafael ha sido el mejor maestro, es la persona que me ha sabido explicar qué es el Flamenco y cómo se tiene que trabajar. Así fue como mi mente cambió, me relajé y pude enfocarme en lo que quería. Y un día pude empezar a componer las emociones que llevaba dentro.

Decís que ahora encontraste una especie de equilibrio entre trabajar y vivir. ¿Cuántas horas por día le dedicabas antes y ahora a la música?

Hay que entender que la música es mi vida. Yo me levantaba y me molestaba incluso tomar un café porque quería estar tocando, ahora ya por suerte me relajé [risas]. Cuando tengo una gira puedo pasar entre 6 y 8 horas encerrado en mi cuarto mirando y buscando nuevas cosas para sorprender al público. Cuando compuse el disco [Tierra Y Mar] he pasado hasta 10 horas buscando ese algo especial, esas variaciones que harían únicas las canciones. La idea viene enseguida lo que cuesta es terminarla, darle forma, lograr captar en la música lo que uno lleva dentro. Yo quiero encontrar una forma de expresar bella y tengo que interpretar esa música solo.

Hace más de 10 años que estudias y hacés Flamenco. ¿Sentís que la gente se sigue sorprendiendo cuando les decís que sos neozelandes? ¿Notas muchos prejuicios dentro del ambiente?

Ya no me pasa tanto pero sí. Se nota más que nada en las personas grandes, los que llevan décadas haciendo ésto. Para esa gente sigue siendo raro ver a un extranjero tocar bien y con ganas, flipan mucho. Por mi parte intento no prestar demasiada atención a eso. Mi motivación para hacer música no es que me acepten, lo hago por mí. Cuando una persona tiene una crítica sobre mi trabajo lo que hago es escucharlo y averiguar por qué me dice lo que me dice, porque quizás es una verdad que yo no he visto. En la música hay que ser siempre humilde y saber escuchar. Suelo grabarme para luego escucharme, me fijo si estoy corriendo, cómo estoy tocando, qué quise transmitir en ese momento, cómo lo hice, qué falta.

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Paul Bosauder en Bethells beach, Auckland, Nueva Zelanda. Fotografía por Julia Franchino.

ENERO, FEBRERO Y MARZO EN NUEVA ZELANDA: TIERRA Y MAR – FLAMENCO TOUR

Paul, los próximos meses te tendremos por estos lados ¿qué podemos esperar de esta gira?

El espectáculo va a ser una presentación de baile, guitarra, canto y percusión. Es un viaje desde mis composiciones originales hacia lo que es el Flamenco como tal. Va a haber momentos pensados, soñados y organizados hasta momentos improvisados completamente. Vamos a jugar y vamos a disfrutar al máximo con el virtuosismo de todos los artistas que vienen. Además cuando vine a presentar el disco en el 2018 fue una interpretación musical, sin baile, esta vez mi música, con mis facetas y mis variaciones, será acompañada de la danza, lo que es nuevo para mí. Es un reto que me emociona. 

¿Cómo se conforma tu equipo?

Me acompañan Triana Maciel, quien es la bailadora del show, es la quinta generación de bailadora de su familia, ha ganado los mejores premios de Madrid y trabajado con los mejores artistas, es una maravilla. Thais Hernandez es la cantora, a la que conozco desde hace 12 años y ya hace 6 que trabajamos juntos. Recuerdo que la iba a ver cantar y ahora para mí es un honor trabajar con ella; y por último, pero no menos importante por supuesto, está Lito Manez, el percusionista. Con él tengo una conexión increíble, es sensible, sabe escuchar, toca bien, es un gran artista y muy buen amigo.

¿Qué sentís cuando venis de gira a tu país y traes un show de esta categoría?

Me siento muy orgulloso, muy arropado por el público, en familia te diría. Siento un deseo de hacerlo bien para que ellos perciban y logren llevarse algo importante de esa experiencia que les traemos. La gente que venga al show va a tener la oportunidad de ver un espectáculo de primer nivel.. 

SOBRE TIERRA Y MAR, SU PRIMER DISCO.

¿Cómo fue realizar Tierra y Mar, tu ópera prima? 

Mi maestro se dio cuenta que tenía ganas de componer y me motivó a que lo hiciese. Siento que componer es un don, es un regalo que me dio la vida. Rafael me incentivó a que no dejara pasar esta oportunidad. Empecé buscando una idea, un concepto, anotaba en papeles. Conseguí este disco a base de escuchar, analizando música clásica, flamenca, jazz, he pasado mucho tiempo. Fue mucha preparación, no vino de la nada, fueron muchos años aprendiendo.

¿Por qué la elección del nombre?

Me costó bastante. Me gusta pensarlo como una historia de amor, un amor que no puede ser: la tierra y el mar están juntos pero a la vez no lo están,están al lado pero no juntos. El mar para mi tiene magia, yo estoy enamorado del mar, me crié en una isla, me encanta pasar horas y horas surfeando. Son dos imágenes muy fuertes para mí. Un amor frustrado quizás. Busqué palabras para reflejar lo que mi corazón me decía, pero te imaginarás que en lo instrumental se cuenta lo que no se puede contar también, la música cantada es más fácil de hacer, es sencillo contar una historia con palabras. Lograr crear la imagen que tu sientes con tus notas es sublime, yo hablo a través de la música. Intento hacer palabras con las notas.

¿Estás trabajando en un nuevo disco?

De hecho, sí. En marzo termino con la gira y ya me pongo a hacer el nuevo disco. Necesito estar solo, estar en mi cueva, componiendo, buscando, tocando, para encontrar y encontrarme. El estar en mi tierra también me ayuda mucho ya que me siento súper bien. Tengo muchos amigos aquí y siempre que regreso hago nuevos. ¡Además extrañaba mi flat white! [risas]

UN KIWI SUELTO EN ESPAÑA.

Para ir cerrando, Paul, contanos cómo son tus días en Sevilla. ¿Sos rutinario, te gusta tener un programa definido o la espontaneidad de cada nuevo día es lo que te atrae más?

Cada dia es muy diferente ya que son en función de los proyectos que tengo. Si tengo muchos tablaos estoy en mi casa tranquilo, estudiando. Algunos días aprovecho y me voy a surfear. Me gusta salir a tomar alguna cerveza con amigos. Si estoy en proceso de composición entonces me encierro solo y me enfoco en eso. 

¿Te fue fácil adaptarte a la cultura europea?

¡Facilísmo! Me encanta la forma que tienen los españoles de compartir la comida por ejemplo, todo es muy social entre ellos, se hacen muchas cosas en grupo, en amigos. El tener amigos es como imprimir oro para mí. Me he dado cuenta que vale más un buen amigo que un trabajo, una guitarra, el dinero que podés llegar a hacer, eso no vale para nada, lo que cuenta son las amistades de verdad, la gente que está contigo. Nunca he sentido choque cultural por suerte, siempre me he sentido en casa. No sigo el horario kiwi en absoluto. ¡Me gusta jugar al fútbol también!

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Paul Bosauder en Bethells beach, Auckland, Nueva Zelanda. Fotografía por Julia Franchino.

» Acá les compartimos las próximas fechas de Paul Bosauder en Nueva Zelanda →  Tierra y Mar – Flamenco Tour.
» Si quieren conocer un poquito mas de este gran artista aquí les dejamos el corto que realizó el programa The Outsider.

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