Hay personas que ya con un simple contacto visual te das cuenta que son únicas y dueñas de una energía distinta: mi entrevistada de la semana es una de esas personas.
Ann Ortega, mexicana de papeles, alma y corazón, vive en Auckland desde el 2012, es Licenciada en Turismo y es la organizadora de unos de los festivales más grandes del país, el MexFestival, que se viene realizando desde el 2016. Como bien dice ella, los sueños se cumplen, pero no sin arriesgarse: pasó mucha tristeza lejos de su casa, trabajó horas incalculables para mantenerse, vivió en un departamento de un cuarto con cuatro personas más.. ¡Hasta llegó a perder sus huellas digitales! Pero tenía un sueño y sabía que iba a cumplirlo. Y lo hizo. Y lo sigue haciendo.
Una historia de vida fascinante, con altibajos, deseos y consejos para los que piensan emigrar: la vida fuera de casa no es fácil, pero es una aventura que merece ser vivida.
EL EVENTO MÁS TRADICIONAL DE MÉXICO: EL DÍA DE LOS MUERTOS (¡QUÉ NO ES HALLOWEEN!)
Ann, antes de empezar con el festival y con tu historia de vida tengo una duda que seguramente muchos la tengamos ¿el Día de los Muertos méxicano tiene alguna relación con Halloween?
¡No, no, no! Me encanta que arranquemos con esto. A los mexicanos nos duele cuando hacen esa comparación. Las tradiciones van cambiando y se van adaptando al nuevo tiempo, lo sé, pero ojalá que el Día de los Muertos nunca llegue a ser como un Halloween. Para nosotros este día tiene una parte de recuerdo y la creencia de que ellos, los familiares que han muerto, viajan desde el mundo de ultratumba y visitan las casas de sus familiares, aquí en la tierra.
¿Cuándo es exactamente el día en que ustedes lo celebran?
Mirá, hay diferentes fechas: en algunos pueblos se arranca el 28/10, en donde se pone un altar para los difuntos que murieron en accidentes. Se podría decir que empieza desde ese día. Pero es cuestión de tradiciones también. En el pueblo de mi papá, ponen un altar el día 30 para los niños. Pero el día oficial, por llamarlo de alguna manera, es hoy, 2 de noviembre, que es el día de todos los difuntos. Lo que nosotros creemos es que ellos te buscan, y por eso les armamos el altar.
¿Tenés algún recuerdo de cuando eras chica y participabas en el armado?
Sí, tengo varios. Pero el que más recuerdo es observar a Papá Nico, quien sería mi abuelo, armando el altar con tres cajas de veladoras (velas). Ponía las velas en forma de cruz en el piso e imagínate que de noche es hermoso, un montón de velitas que marcan el camino hacia el altar. Todo se basa en creencias, uno tiene que vivirlo. Hay muchas cosas que podrán o no ser, pero a nosotros nos gusta creer que realmente es el momento en el que estás conectando con ellos una vez más y que si no tuviste la oportunidad, por ejemplo, de decir perdón, te amo, lo siento, este es el momento de poder hacerlo. Y de disfrutarlo.
Veo que en tu altar está Freddie Mercury, el cantante de Queen.
Sí, porque es mi cantante favorito. (risas) En el altar tú pones a los difuntos que tú quieras. Y les ponés las cosas que más les gustaban también. En el mío, además de Freddie, está Papá Nico, a quién le gustaba tomar un poquito (risas), por eso mi altar tiene bebidas. Es una invitación para que cuando lleguen a visitarte, se sientan en casa. Mientras vas preparando el altar, recordás, hacés memoria. Obviamente que tiene esa parte emocional bonita y también triste. Pero, pues, hay que quedarse con lo más bonito, lo que te da energía, lo que te han enseñado. Por ejemplo a mí me gusta recordar cuando Papá Nico me llevaba a la escuela de la mano. Hacé un ratito lloré porque encontré ese sombrero que ves ahí. Y a él le encantaban los sombreros. Por eso lo puse en el altar.
DE MI MÉXICO QUERIDO, CON AMOR.
¿Cuándo te diste cuenta que querías promover y dar a conocer tus raíces al mundo?
Según me han dicho mis familiares, ya desde muy chica tenía esa duda de si en el mundo conocían mi cultura, la tradición de mi país. La cultura es un patrimonio no tangible, que si no se sigue transmitiendo, se pierde. Soy muy consciente de eso. Detrás de mi casa en México, por ejemplo, había un grupo de danza azteca.. y como te imaginarás ¡me uní! Principalmente porque me dije que si nosotros no lo hacemos, eso se iba a perder. Si nosotros como mexicanos no promovemos nuestras creencias, nuestros valores, nuestras tradiciones, todo va a desaparecer algún día.
Allá por el 2015 arrancaste a pensar el primer MexFestival ¿Cómo fue? ¿Te levantaste un día y dijiste “voy a hacer un festival”?
Yo sabía que quería promover mi país, no sabía el cómo por ese entonces. Lo único que tenía era una vaga idea por haber visto tantos otros festivales que hay, como los de China, India, Japón y hasta creo que hay uno coreano ahora (risas). Realizar un festival era la meta profesional de mi vida en ese entonces. Y yo sabía que iba a encantarles, porque como te digo, soy fan de lo nuestro y mi idea era transmitirlo tal cual yo lo vivo, con la misma pasión.
EL SUEÑO EMPIEZA A TOMAR FORMA.. PERO CON SOÑAR SÓLO NO ALCANZA.
¿Cómo llega entonces a armarse el primero?
Contacté al Auckland Council, me fui con mi carpetita, con mi idea, con mi sueño. ¡La mexicana que tenía un sueño gigante pero que no sabía lo estresante que iba a ser armar un evento de este tipo! Yo lo único que sabía de organización y armado era lo que había observado, tanto en México como en los festivales de acá. Pero sabía lo que quería y eso fue lo que siempre me ayudó. Siempre tuve claro que las cosas suceden cuando das el primer paso, es así. Bueno, cuando ya estaba sentada con ellos, después de contarles mi idea y demás, arrancó la parte más técnica, el cómo vas a hacerlo. Y yo, súper inocente respondo, ”bueno, para eso vine acá…” (risas). Yo realmente pensé que ellos iban a ayudarme en cuestión de ideas, de dinero, pero no. Lo que el Council hacía en ese tiempo era apoyar los proyectos, verifican el espacio, te orientan y te ayudan con la promoción por sus distintos canales, que no es cosa menor, pero tú lo organizas, debes buscar patrocinadores, poner el dinero y hacer todo el trabajo ya que es tu idea.
¿Podías solicitar el espacio que quisieras?
Si, yo solicité Queen Street y me dijeron que no, que ya estaba tomado.También pensé en el Albert Park, tampoco me lo dieron. Después de eso recuerdo que me fui a ver todos los parques de Auckland. No bajé los brazos. Me decidí por Potters Park y me lo aprobaron. Iba todos los fines de semana y lo visualizaba, pensaba cómo y dónde colgar las velas, dónde armar el altar, todo. Pero ahí empezó a complicarse un poquito, porque cuando vieron que la cosa avanzaba, empezaron a ponerme reglas: “no puedes colgar cosas de los árboles”, “no puedes poner veladoras porque puedes ocasionar un incendio”, “no puedes poner altares con comida por los roedores”. Y ahí fue cuando entendí que no estaba en México y que para poder hacer este festival tendría que adaptarme también: tenía que adaptar todo ese sonido y colores a un país con un buen control del orden y del que había que aprender. Y así lo hicimos.
¿Creías que iba a haber más años del MexFestival?
Luego de ese primero, realmente me daba miedo, me decía a mí misma, “Ann, ¿realmente quieres hacerlo otra vez?” Porque si bien fue un logro maravilloso para mí, hubo mucho stress, muchas lágrimas, tristeza por el tema del dinero. En ese tiempo yo trabajaba en una tienda de kebabs, trabajaba horas extra en eventos de catering para poder juntar más. Hacía alrededor de 60/70 horas por semana.No todos los meses, pero siempre que podía, lo hacía. Por suerte hoy en día el festival se mantiene casi por sí mismo, no requiere tanto de mi bolsillo. Es así como se llega a Nueva Zelanda, hay que entenderlo. Es triste ese cambio, cuando sales de tu zona de confort, de tu país, de cuando tu mama te cocina, te cuida cuando te enfermas…
DEJAR LA OFICINA PARA VENDER KEBABS: SALIR DE LA ZONA DE CONFORT NO ES FÁCIL.
Hablando de eso, ¿Cómo y cuándo llegas a Nueva Zelanda?
Yo vine en el 2012 con la Work and Holiday. En ese tiempo no había que pelear por una de estas Visas. Un amigo me dijo que la iba a sacar, si yo quería y bueno, la sacó por mi. En serio que, estando en México, con mi familia, mi vida, nunca se me había cruzado la idea de irme a otro país, sí de viaje, pero no a vivir permanente. Yo era feliz entre quesadillas y tacos, rodeos y mariachis (risas). En ese tiempo trabajaba como agente de viajes para American Express. Les hablé y ellos me dieron un permiso de 3 meses. Así que mi idea fue esa, venirme para acá por 3 meses. Ya que tenía la oportunidad, quería aprovecharla. Apenas llegué me fui a Dunedin.
¿A Dunedin? Sos la primera persona que conozco que me dice que llegó y se fue directo para allá.
Sí, es cierto. Nadie con WHV va para allá (risas). Es bien chistoso, me dije a mi misma que ya que me iba, todo tenía que ser aventura: agarré un mapa en Internet, cerré los ojos y con el dedo marqué un punto ¡y cayó ahí! Así que me fui para allá y descubrí que este país brilla por su naturaleza, es verde por todos lados. Acá descubrís que no necesitás una cámara profesional para tomar una foto, el paisaje te lo ofrece todo por si mismo, te lo regala. Esos 3 meses fueron puro viaje: Dunedin, Queenstown, Milford Sound, la calle más empinada del mundo. Una maravilla.
¿Y qué pasó después de esos 3 meses de viaje?
Yo siempre había querido estudiar en el extranjero, pero vengo de una familia sencilla, humilde. Entonces empecé a pensar que quizás podía volver a Nueva Zelanda y ahorrar para luego estudiar aquí, pero primero tenía que regresar a México, eso siempre lo tuve claro. Y ahí se creó una revolución en mi cabeza: yo iba a regresar a México para despedirme, cerrar todo y volvería a este país para estudiar. Así lo hice. Pero estaba el problema de que me quedaba poco tiempo de Visa y tenía que ahorrar para estudiar y para vivir, que aquí la vida no es sencilla.
¿Dónde estuviste viviendo?
Estuve viviendo en hostels con hasta siete personas en el cuarto, pero eso no fue lo más loco. Recuerdo haber estado en un departamento de un cuarto con cocina vinculada a la sala, viviendo con cuatro chicas más. Tres dormían en el cuarto y las otras dos dormíamos en la cocina/comedor, en un colchón en el piso. Pero realmente no te das cuenta de todo esto porque sigue siendo esa emoción de lo nuevo, de la aventura.
¿Y cómo venías vos de inglés?
¡Maaaaaal! Pésimo. Apenas podía comunicarme para sobrevivir, tenía lo básico. Yo quería trabajar para American Express Nueva Zelanda y recuerdo perfectamente la entrevista: fui una burla, terrible. Pero, ¿podes creer que al final terminé trabajando para AMEX durante dos años acá? No sucedió en ese momento, pero yo tampoco me frustré, fue parte del aprendizaje que uno hace. Tienes que mentalizarte y lo vas a lograr.
Imagino que antes de AMEX estuviste trabajando en algún otro lugar. Me nombraste un local de kebabs.
Sí, pero me costó conseguir también ese trabajo. Regresé ese mismo año (2012) sin dinero y con menos de 8 meses de Visa. Ya no tenía más ahorros, se me habían ido todos en ese segundo pasaje.Recuerdo que fue un mes de hambruna, viviendo en hostels. La pasé como todos, mal. Ahora me da risa, pero verdaderamente es bien estresante, anímicamente no eres fuerte. Sin trabajo todo se desarma, te sientes débil. Tener un trabajo, saber que tienes como mantenerte te da fuerzas. Yo llegué sin nada, sabiendo que tenía que ahorrar para sobrevivir y encima me había puesto la meta del estudio, por lo que tenía que ahorrar más. Empecé a mandar CVS y si bien me llamaban, tenía el problema que no entendía el idioma, y no me volvían a llamar. Entonces empecé a caminar y a presentarme en persona. Fui restaurante por restaurante. Terminé yendo a este lugar de kebabs en donde conocí al dueño y le dije que quería trabajar. Me dijo que regresara en dos semanas; a las dos semanas yo seguía sin trabajo y fui de nuevo. Empecé al día siguiente y estuve dos años. Tuve mucha suerte con él, es como mi papá aquí. Todo en la vida tiene una razón. Y fue entonces cuando pude ingresar a estudiar, me acomodaba los horarios, trabajaba muchísimas horas, pero estaba feliz.
Cuando empezaste a soñar con el festival, ¿estabas en esa vorágine de trabajar 70 horas, estudiar y ahorrar?
Sí, fueron como dos años de pensar, planificar y soñar. Siempre que te pongas una meta, todo tendrá sentido. Yo tenía que ahorrar porque era lo que quería hacer: en parte estudiar y en parte promover mi pueblo al mundo. Y así fue. Primero ahorré para estudiar, después para traer mi cultura a esta parte del mundo. Hoy en día el festival ya sobrevive por sí mismo, pero en el comienzo fue todo sacrificio, ahorros, fuerza de voluntad. Ya se podría decir que no me provoca tanto stress.
EXPECTATIVA VERSUS REALIDAD: EL ESFUERZO ES LA CLAVE DEL ÉXITO.
Si tendrías que darle un consejo a las personas que piensan en venirse para este lado, ¿qué les dirías?
Primero les diría que piensen bien si quieren venir, que no vengan con la idea de querer salvarse de algo. Estando aquí nadie te va a salvar de nada, sólo uno puede hacerlo y para eso se tiene que estar fuerte mentalmente, porque cuando llegas, la mayoría lo hacemos sin nada y realmente te debilitás. Así que primero vente fuerte mentalmente y ahorra, ahorra para que puedas sobrevivir hasta que encuentres alguito. Segundo tener la mente abierta, el cambio de oficina a kebabs es bien difícil y es lo que te tira para abajo. Todos los días te preguntas, ¿decidí lo correcto? No estoy diciendo que no vengan o que no se arriesguen, sino que piensen si quieren esta experiencia con todo lo que ella conlleva. No es fácil irse de la comodidad, afrontar todo lo que viene con esta aventura.
Vos llegaste casi sin Visa, sin ahorros y, algo no menos importante, sin hablar el idioma y hoy en día hacés uno de los festivales más grandes de Auckland. ¿Algo para decirnos respecto al lenguaje, que es la barrera que la mayoría de nosotros tenemos que romper cuando llegamos acá?
Que hay que estudiar, no es divertido pero hay que enfocar horas para eso. Cuando te decía lo del trabajo, lo de debilitarte y demás, es porque yo he llegado a perder mis huellas digitales mientras trabajaba en los kebabs. La forma en la que trabajábamos era contemplando gastos por ejemplo. Lavábamos platos o lo que sea sin usar guantes y me acuerdo que cuando fui a renovar mi pasaporte había que hacer las huellas y el policía me miró y me preguntó a qué me dedicaba, fue muy chistoso pero es real. Por eso te digo que hay que ser consciente, no es todo color de rosa, te pasan cosas que no te esperas también. El estudio es muy importante.
¿Qué te enamoró de Nueva Zelanda para quedarte?
Yo no sé cómo es Argentina que es de donde tu eres, pero mi México no es silencioso como aquí, hay ruido constante, gente por todos lados, vives listo para que te roben caminando por algunas calles en la ciudad, es a ver quién roba primero (risas). Llegué acá y era todo relax, yo estoy segurísima que nuestro corazón late más rápido estando en América y acá se tranquiliza, tienes más tiempo también, para observar, para hacer deporte, estudiar, lo que sea. No tenés que viajar dos horas en transporte por ejemplo, y eso es maravilloso. ¡Aquí por otro lado se extrañan las fiestas! Pero bueno, eso es otra cosa (risas).
MEXFESTIVAL 2019: DEL SUEÑO PERSONAL AL SUEÑO COMPARTIDO.
¿Esta nueva edición contará con cosas nuevas?
Habrá workshop de calaveritas en donde la gente podrá hacer una propia y llevársela luego. También habrá mucho baile. piñatas para niños y para adultos. Haremos tortillas, estará el ya famoso concurso de quién come más chillis. Y como siempre, bandas en vivo, Mariachis, teatro, danza, música.
¿La mayoría de los que asisten son latinos?
No, fijate que no. Será un promedio de 85% kiwis, es sorprendente. Me encanta que les interesa la cultura de mi tierra, que es básicamente lo que yo buscaba con este tipo de festival. Me siento muy orgullosa de todos los que hacemos esto porque es un sueño compartido.
¿Cuándo te diste cuenta de que lo habías logrado?
Realmente aún no caigo. Es un sueño que se lleva adelante con muchas manos. No estoy sola, por eso digo que es un sueño compartido. Pero es un trabajo que te desgasta de alguna forma. Ahora requiere menos dinero de mi parte, ya camina solito. Y por suerte contamos con un montón de voluntarios, son almas muy, muy bonitas y cada vez se suma más gente con la cual compartimos una misma pasión, la de traer nuestro México querido a todos los habitantes de Nueva Zelanda. Agradezco infinitamente a todos los que han caminado de la mano conmigo en esta que sin duda es de mis experiencias favoritas de vida.
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Si les gusta leer y tienen ganas de interiorizarse más sobre la cultura mexican, aquí les compartimos una recomendación que nos hizo Ann sobre su libro favorito, Azteca de Gary Jennings: “Me inspiró mucho para querer saber más sobre la historia de México y disfrutar al pisar una zona arqueológica así como motivarme a cuidar la cultura de mi país.”