RAZA ROJA

La noche negra mudándose en flickeos lumínicos,

movimientos de árboles, ruidos de
motores, basura en los cordones que el viento arrastra.

Relámpago en el asfalto, traslado
veloz, manos vacías, lo quieto deviene exceso.

Pocas cosas dejan rastro, pero hay
reflejos, espejismos mutilados condenados a la virtualidad de persistir. Espejismos que se
clavan estáticos con colores elementales que inundan los ojos. Espasmos omnipresentes,
más allá de la carne y los huesos.


Vos y yo nos conocimos en un golpe, buscando la noche en las estrellas, extranjeros del
planeta rojo. Unidos bajo un eje elegante y discreto como una espina que se clava suave
y ligera, sin sangre. Una astilla contorsionista que puede adaptarse, y sin embargo es un
cuerpo extraño que el organismo no termina por aceptar.


Quisimos una casa roja y acá estamos. Habitando todo, sentados por encima de los
muebles como gallinas temerosas por sus crías, aunque sin dejar de poner huevos.


Un tentáculo de la civilización llega a nuestra casa, construye autopistas y edificios vacíos
que llenamos con palabras, el imperio de la lengua rige y exige, nos decide, nos habla.


Logramos reducir el dominio, crecemos gigantes con más fuerza que astucia, somos
herederos de la invasión, las palabras son ahora ovillos de la nada que al hablar nos
enredan. Lianas de una selva ineludible que al sacarlas nos equilibran, nos prestan
impunidad y pertenencia.

Palabras que forman ahora nervios al interior que debemos vomitar para purificarnos;
nudos muertos persistentes que no terminan de reciclarse por completo.
Por momentos las ventanas nos dejan mudos y la casa es selva con el sol adentro.

Cuál es la relación entre las cosas sin que las inventemos?
Qué es lo previo a las palabras, sin que se pierda al decirse?

Deja el esclavo de serlo?
Hay lluvia capaz de limpiar lo siniestro?

Los pensamientos especulan y no hay pronósticos para adivinar el clima cerebral. La
catástrofe llega advertida por algunos animales sin habla, arrasa y se va.


Es ésa inestabilidad vacilante de posguerra que se extiende por medusas a través de mis
ojos cuando te miro. Vos te das cuenta y te proteges del canibalismo en la quietud, sos un
habitante más entre todos los objetos con el don de la inanimidad. Podes ser arena,
triciclo, piedra o caramelo. Averiguas mi improvisación, ya no te asusta verme vulnerable,
ni te da risa el molusco inconsistente debajo de mi caparazón.

Por fin me das lo que no te
pido y vuelo.

Me da miedo tan arriba, tu mano flor y trapecio.

Ése vaivén ascendente me
refugia de mí, deshidrata las fosas del cordón lumbar.

Salen del letargo los dragones, mi
cuerpo se destroza y se rompe el encanto, los demás monstruos pierden su mitología,
ahora existen, toman vuelo, retornan el alma al vacío.

Foto de NeptuniaMoon
Pueden ver más fotografías en https://www.instagram.com/neptuniamoon/
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