Nuestros niños van creciendo y se enfrentan a un mundo que tiene normas, reglas, límites… hay ciertas cosas que se espera de ellos y otras que esperamos no hagan. Es tarea de nosotros, como padres y educadores, compartirles a estas normas sociales que rigen el mundo y la cultura en que estamos insertos. Ser padres y cuidadores respetuosos y conscientes no significa evitar ponerles límites y permitirles hacer lo que ellos quieran, sino que compartirles con respeto esta información y educarlos desde una disciplina positiva.
Entonces, ¿cómo les decimos eso que ‘no’ queremos que hagan de una manera efectiva?
Muchos padres me dicen angustiados que ya no saben cómo hacerlo con sus niños: “le digo que no lo haga, y lo hace igual”. Y ahí está el problema y el pequeño gran detalle… el “no”.
Hay niños pequeños que van creciendo, aprendiendo sus primeras palabras, y una de éstas es la breve y potente palabra “no”. ¿Por qué será que es una de las primeras palabras que aprenden? ¿Y por qué será que lo repiten tanto?… ¿Qué creen ustedes?…
¿Han tomado consciencia de cuántas veces decimos ‘no’ a los niños? Y claro, “extrañamente”, a la décima vez ya dejan de hacernos caso. Esta palabra, más que una indicación o consejo, pasa a ser un ruido ambiental que deja de tener significado, al que se le deja de respetar y prestar atención.
He escuchado por ahí que la palabra ‘no’ tiene un efecto en nuestro cerebro justamente opuesto a lo que esperamos. Es como si al escuchar esta palabra, nos quedáramos en la mente con el resto de la información, y dejáramos el ‘no’ de lado. Por ejemplo, si te digo “NO pienses en un elefante rojo con manchas verdes tocando la guitarra”, probablemente este extraño animal ya esté en tu mente. Podemos imaginar un elefante, y los colores rojo y verde, pero el concepto ‘no’ es inimaginable, implica pensar en el elemento mencionado y luego intentar dejar de pensar en él. Complicado, y más aún para los niños.
¿Se entiende, entonces, por qué es tan difícil para un niño dejar de correr cuando su impulso y energía necesitan que lo haga, pero una voz adulta le dice que no? ¿No será más fácil decirle a nuestros niños lo que SÍ queremos que hagan? Sería más fácil hacer caso a una voz que pide amablemente “por favor, camina más despacio”… ¿No creen?
Entonces, entendiendo esto, los invito a buscar maneras de decir a nuestros niños (y a quien sea) lo que sí queremos que hagan, y tratar de convertir esos ‘no’ en frases descritas en positivo.
¿No quieres que bote comida al cenar? Podemos decir: “Por favor ten cuidado y asegúrate que la comida se quede en tu plato”
¿No quieres que grite? Intenta con: “Habla más bajito, así te entiendo mejor”
¿No quieres que abra los cajones de la cocina? Expliquémosle la razón: “Ahí pueden haber cosas peligrosas para ti, si necesitas algo dime y yo te ayudo”
¿No quieres que le pegue a su hermano? Mejor dile: “Cuando le pegas le duele, si no te gusta lo que está haciendo mejor usa tus palabras para que entienda y así no le haces daño”
Los niños se muestran mucho más dispuestos a colaborar y obedecer cuando la forma en que les pedimos las cosas demuestra nuestro cariño y preocupación por ellos, y cuando les comunicamos claramente lo que sí esperamos que hagan, siempre con respeto.
¿Lo has intentado?
¡Cuéntanos tu experiencia en los comentarios!