Catalina Aguilar Mastretta es escritora, guionista y directora mexicana. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana; Cinematografía en la New York University y Guionismo en el American Film Institute.
Hoy vengo a hablarte de su novela “Todos los días son nuestros” que llegó a mis manos de forma inesperada y al terminarlo no pude dejar de agradecer a la amiga que me lo regaló, pues es de esos libros que te llenan con una historia con la cual te identificas sin problemas.
“Veníamos de una fiesta de disfraces, cosa ideal, dado que andábamos en el esfuerzo de parecer puras cosas que no éramos… para comenzar: felices. Emiliano se había vestido de Darth Vader, yo me había embutido en un traje de Gatúbela… Habíamos decidido ir vestidos de dos entes negros y cabrones. «¡Somos malos!» Malos para estar juntos, malos para creer juntos, malos con el otro.”
Es así que tenemos a María y Emiliano quienes después de 10 años juntos comienzan a notar grietas en una relación que todos a su alrededor calificaban de perfecta, pero que en la realidad ya no se sostenía por ningún lado. Y tal como sabemos que pasa, un mínimo detalle detona una discusión que termina por sacar a la luz todo lo que no fue hablado en su momento hasta convertirse en una serie de reproches, donde ambas partes tienen la razón y ninguno escucha, llegando así la ruptura. Y esto es solo el principio de la novela.
Tal como lo hemos vivido, vemos que para que una relación tan profunda como la de María y Emiliano termine, no es necesario que exista falta de amor o infidelidad. Es solo que todas aquellas cosas que podíamos ignorar cuando éramos más jóvenes o la relación comenzaba, con el paso del tiempo toman una importancia inmensa y mirando hacia atrás, nos encontramos con que la relación se ha desgastado y las cosas ya no son lo mismo.
Catalina Aguilar Mastretta nos cuenta a partir de esto una historia que se vuelve conmovedora porque nos es fácil convertir a María en nuestra amiga y acompañarla en el tiempo por ese camino de reencuentro que a veces nos puede parecer tan conocido. Así junto a ella recorremos días de risa, llantos y frustraciones mientras busca esa fuerza que le ayuda a recomponerse, a encontrarse, dejando atrás esa ausencia siempre presente en los espacios, las bromas y los aromas.
Vivir con ella este proceso es recordar que el crecimiento y el cambio que se dan por una ruptura son más llevaderos si además se cuenta con el acompañamiento de tu gente. Y esta novela viene engalanada con diversos personajes que se vuelven entrañables con su compañía, lágrimas, miedos. Y en esa vida que no deja de existir y de pasar, aunque el día que notamos que perdimos el amor, creyéramos que el tiempo debía detenerse igual que sentimos que se detuvo nuestra vida.
Y mi recomendación no es porque sea una novela de amor o desamor, sino porque es un libro donde encontramos todo esto que vivimos a diario: las relaciones familiares, la amistad, el feminismo, la independencia, el miedo a la soledad, las expectativas que nos crean y nos creamos y sí, el divorcio y las pérdidas. Lo que nos hace encontrarnos en una novela real y con un paisaje cotidiano que la hace fácil de leer.
Catalina Aguilar Mastretta con “Todos los días son nuestros” nos da una novela que envuelve y cautiva hasta llegar a un final que no podía ser más certero.
Y como guinda en el pastel, cuando leí esto sobre una de mis princesas favoritas, no pudo dejar de gustarme:
«Pues a mí sí me gustan las películas de princesas – pontifica -, aunque mi mamá también dice que no está bien verlas porque no hay príncipes que vengan a rescatarte en la vida real. Pero la verdad yo creo que es la Cenicienta la que rescata al príncipe. Ella es la que hace todo. Limpia todo para poder ir al baile, está trabaje y trabaje, hasta hace su vestido. Y ella es la que es buena con todo el mundo y por eso el hada madrina viene a ayudarla. Si ella no hubiera hecho todas esas cosas el príncipe se hubiera casado con alguien horrible que sólo lo quiere por su dinero, como las hermanastras. La Cenicienta quiere una vida mejor, por eso hace todo lo que hace, no nada más para casarse con el príncipe.»