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No te rías de un…latino

Ashelen Tejerina
“La sangre inquietaba en mis venas y aquel verano al norte partí­
Para olvidarme de mi rutina y sentirme liberado al fin.”
Lo frágil de la locura –
La Renga 


Hace unos días estuve de viaje en el norte argentino (en Salta, la linda y en Jujuy, la algarabía, como las llamo ahora) y tuve la suerte de maravillarme con esas tierras, aromas, sabores y sobre todo, con la cultura y su gente.

Nunca me había pasado de sentirme turista en mi propio país, lo admito con un poco de vergüenza y con culpa, dado que cuando mi hermana me dijo de ir mi primera reacción fue “¿Al norte? ¡Hace mucho calor.. estamos en pleno verano! ¿No podemos ir a Brasil y estar en el mar o a la costa a jugar al Daytona y salir de fiesta?”.

Cuánto agradezco la tozudez de ella y su ferviente deseo de llevarme. Ella tenía un claro propósito para ir (que ambas compartíamos) pero en mi caso particular, terminé descubriendo más de lo que fui a buscar.


Si bien fueron muchas las cosas que me impactaron y sorprendieron, uno de los momentos que más me emocionó y me dejó pensando fué estar en Humahuaca y un guía jujeño, Javier, nos recitó el poema No te rías de un coya (o colla, como bien prefieran escribirlo) de Fortunato Ramos.

Jamás había sentido algo igual en mis 32 años: fue como si todo se apagara y lo único que podía ver y escuchar era a ese hombre que estaba parado en el medio del pasillo del bus, con su buzo azul en un día de más de 30 grados. Lo escuché con su peculiar acento norteño, recitando un poema bellísimo que me generó una y quinientas visualidades como sólo los buenos libros pueden hacer. Cada palabra que dijo, cada frase que recitó, caló en mi. Y estoy muy agradecida por ello. Gracias, Javier, ojalá te hubiese dicho todo lo que me transmitió ese gesto que para vos será tu rutina, pero que para mí fue sublime.

Creo que el motivo principal fue que lo relacione con mi vida en el exterior y es por eso que hoy lo traigo a Latidos Magazine y titulé este artículo como No te rías de un… latino. Hagan ustedes su propio análisis comparativo, sé que podrán hacerlo.

“No te rías de un colla que bajó del cerro,
que dejó sus cabras , sus ovejas tiernas,
sus habales yertos.”


A los que vivimos en el exterior: jamás se sientan mal por sus orígenes, por su crianza, por su presente. Menos aún por su acento latino, que más de uno reniega y quiere intentar ocultar. Nadie camina nuestros zapatos y nadie sabe la carga con la que venimos; no es fácil dejar nuestros hogares, nuestras familias, nuestro barrio. No es fácil estar solo. Tampoco es fácil arriesgarse a armar nuevos vínculos. Pero es posible y doy fe de eso.

Estamos acá para aprender y para ser, para evolucionar y para dejar de tener miedos. El simple hecho de animarnos a esta aventura que estamos viviendo en los tiempos que corren es signo de valentía. Siéntanse orgullosos de lo que emprendieron. Seamos agradecidos, que cuanto más agradecemos, más motivos nos da la vida para sentirnos así.

Desde mi lugar de comunicadora, los insto ardientemente a ser valientes y a animarse a viajar, a cambiar de trabajo, a empezar en un lugar nuevo, a enamorarse, a sentir, a fallar, a aprender, a caerse (pero siempre sabiendo que hay que levantarse).

Nunca se rian ni menosprecien al que se arriesga a ser diferente, al que viene con su mochila a cuestas vaya uno a saber de dónde y por qué.

La vida es una sola y es un ratito, y, como diría mi hermana, lo importante es con quién la compartimos (y los momentos que nos llevamos).

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