« Cuando era un niño, antes de dormir,
mi padre me contaba la historia del caballo de Troya
y su manera de relatarlo hacía volar mi pequeña imaginación.
Fue así que el día que vi un caballo por primera vez supe que quería tener uno.
Aún sigo sintiendo en mi pecho la excitación al acercarme a uno y acariciarlo.
Seguiré soñando con el día que pueda galopar
y escucharé nuevamente la voz de mi padre.»
Galope
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