Mucha gente me pregunta “como se lleva eso de la maternidad viviendo tan lejos de casa”, y yo siempre digo que igual que si estuviera en casa, pero sin esa ayuda extra que a veces es tan necesaria. Al fin y al cabo, todas, y todos, pasamos por los mismos desafíos al convertirnos en madres y padres.
Desde que nació mi hija hace poco más de un año, he conocido a muchas mamas primerizas. Da igual de que cultura o país vengan, todas nos enfrentamos a lo mismo. Pero algo que he notado es que a mucha gente le cuesta ser vulnerable, y a mucha otra, aceptarlo.
Vulnerabilidad
No es siempre fácil, aunque es una cualidad que admiro mucho en otros. De hecho, creo que una parte esencial del desarrollo personal es ser capaz de mostrar nuestra vulnerabilidad.
Desde que me he convertido en mama, mi vida –a nivel interior y exterior- ha cambiado muchísimo, siempre para bien. He crecido de una manera imposible de describir, y he sentido un amor que nunca imagine pudiera existir. A la vez, he descubierto que soy capaz de hacer una cantidad de cosas simultáneamente que nunca pensé posibles. Me siento orgullosa de mi misma por ser mama, mujer, “yo misma”, amiga, hija, hermana, etc. Aunque también me doy cuenta que no soy “superwoman” y que el querer abarcarlo todo pasa factura; en mi caso, fue dejarme a mí misma y mis sueños un poco de lado. Algo que ahora estoy corrigiendo, porque la experiencia me ha enseñado que la base para estar bien con los que te rodean empieza por ti mismo: Si no eres capaz de cuidarte a ti misma, como vas a poder cuidar de otros?
Por ello, creo que es importante poder ser vulnerables y hablar de las cosas que nos preocupan. Porque cuando se es madre primeriza, puede llegar a ser abrumador. He visto mamas ahogarse en un vaso de agua por no expresar lo que están sintiendo y no poder manejarlo. Por la falta de sueño y la cantidad interminable de cosas que tienen que pasar en su día, y no poder pedir ayuda. Y luego están los cambios hormonales, que claro está, no ayudan.
Yo me siento muy afortunada por como he llevado mi maternidad, pero ahí es donde encontré la mayor dificultad: en el pedir ayuda. Después de meses “batallando” (como diría mi marido) por ser cada día mejor persona, madre, profesional, esposa, amiga, etc. me di cuenta que no podía abarcarlo todo y dar mi 100% (y más cuando eres una de esas personas perfeccionistas que lo dan todo). Hay que poder parar, ser vulnerable, y pedir ayuda si la necesitas. Y es que el vivir tan lejos de la familia se nota mucho cuando tienes nenes. Aunque parezca que no, una hora para poder ducharte con calma o simplemente poder leer un libro, puede mejorar tu bienestar de manera significativa.
Por eso es muy importante cuidarse. Y no solo a uno mismo, sino a la pareja también. Y hablar mucho. Comunicarse. Ver cómo nos podemos ayudar mutuamente. Por qué no nos olvidemos, que la paternidad es cosa de dos. Y aunque sea yo la que estoy escribiendo estas líneas, para mi pareja no fue fácil. En el caso de mi marido, sé que él ha tenido sus propios desafíos. No solo el ser papa – ser marido, hijo, hermano, amigo, dueño de un negocio, etc., y el hecho de manejar las cosas de manera diferente a la que las manejo yo.
Un constante aprendizaje
Pero así es como cada día aprendemos algo nuevo, como papas y como personas. Probamos cosas nuevas. Vemos lo que funciona y lo que no. Cambiamos cosas. Nos arriesgamos. Crecemos. Además de crecer con una personita que no deja de sorprenderte y su sonrisa hace que todo valga la pena. Y aunque haya días en los que sientas que lo quieres tirar todo por la ventana, al día siguiente te centras, equilibras y sigues intentándolo. Luchando por tus sueños. Por crecer como persona, y por defecto ser mejor mama y crecer a nivel profesional.
Así que cuando empecé a trabajar después del privilegio de 8 meses con mi bebita en casa, de nuevo tuvimos que hacer algunos cambios, probar cosas, adaptarnos, y poco a poco vamos haciendo que las cosas funcionen mejor. Ahora puedo ir a bootcamp dos veces por semana e incluso escribir este artículo! Y lo más importante: puedo seguir trabajando en mi misma. Porque sin desarrollo personal, no hay crecimiento en otras áreas de tu vida. Y basta con tener una razón lo suficientemente fuerte para seguir creciendo. Cuál es la tuya?