En este mundo ocupado y que se mueve a gran velocidad, a veces dejamos de lado lo que de verdad importa. Lo urgente nos “pisa los talones”, y nos vemos abrumados por completar tareas, tickear la lista de pendientes, llegando cansados al final del día y con una sensación de insatisfacción.
Los niños, muy conectados con su instinto, tienen claro qué es lo que necesitan: pasar tiempo con sus personas significativas, y así nos lo harán saber.
Quizás habrán notado, entonces, que mientras más ocupados y faltos de tiempo estamos, más se nota en los bebés y niños su necesidad de estar con nosotros, “¿será que no se da cuenta que no tengo tiempo?”, pensarán algunos. Pero es que es justamente nuestra falta de tiempo, nuestro “correr por la vida”, que les transmite a ellos esa ansiedad, y es justamente cuando más nos necesitan.
Somos para los niños pequeños su base segura, y ¿cómo se sentirán cuando su base segura, su fuente de calma y tranquilidad, corre de un lado para otro sin realmente conectar con nada ni nadie en profundidad? Si lo vemos desde este ángulo, se entiende entonces que sea justo en esos momentos cuando los más pequeñitos necesitan más de nosotros. Entonces, ¿qué hacer?: ofrezcamos tiempo de calidad.
En el ajetreo de la vida, quizás no sean muchos los momentos en que podamos detenernos y estar con los niños (conectar, jugar, bailar, leer un cuento, disfrutar tiempo juntos), pero al menos, cuando lo hagamos, asegurémonos que éste sea tiempo de buena calidad.
Cantidad y calidad, dos palabras claves aquí.
Cuando hablamos de tiempo, decimos que el equilibrio entre cantidad y calidad va cambiando a medida que los bebés y niños crecen, es decir, mientras más pequeño sea el bebé, mayor cantidad de tiempo requerirá pasar junto a su cuidador primario (sabemos que los bebés nos necesitan la mayor parte del día para satisfacer sus necesidades); y cuando van creciendo, ese tiempo se reducirá, pero habrá que poner mayor atención a la calidad de los momentos que pasemos con ellos.
¿A qué nos referimos con “calidad”?
El tiempo de calidad dedicado a los niños, así como a cualquier otra persona, son esos momentos en que estamos 100% presentes, conectados, interesados en lo que estamos haciendo. ¡Notaremos lo bien que le hace esto a pequeños y grandes!
Nos miramos a los ojos, tenemos la mente y el corazón en sintonía, con el momento presente, con el otro, con uno mismo; son momentos en que no estamos con la mente en el trabajo, con el celular en la mano, o pensando en qué voy a cocinar en la noche, sino que todo nuestro ser está aquí, disfrutando y en armonía. Los niños viven así, en el presente y desde el corazón, y perciben claramente cuando nos relacionamos con ellos desde ese lugar; una vez más algo que podemos aprender de ellos: nuestros pequeños maestros, tan sabios y conectados, nos recuerdan que desde la simpleza del momento presente se puede vivir muy feliz.
Así que ya saben, cuando anden atareados con “tareas de la vida”, tengan hijos o no, una muy buena opción es detenerse, volver al presente, respirar, sonreír, agradecer, conectar con un otro significativo, y así recargar nuestras baterías; es casi terapéutico, y realmente nos mejora no sólo el día, sino que la semana, los meses… y finalmente la vida.