Jacinda Ardern, icono de la izquierda progresiva en el mundo, entró a la política de joven adolescente; con solo 17 años se unió al partido de Labour y rápidamente destacó entre los miembros de Young Labour. Ardern estudió en la Universidad de Waikato un Bachelor de Comunicaciones en política y relaciones públicas.
Con una carrera completa, trabajando como investigadora para las oficinas de Helen Clark y Phil Goff, para posteriormente vivir en Nueva York y Londres, donde se dedicó a ser consejera política para el ex primer ministro, Tony Blair.
Jacinda resalta como una figura política en el partido de Labour, destacándose por ser consecuente y progresista dentro de las filas de un partido de centro-izquierda. Esto se refleja en su participación como Presidenta en en la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas.
Ardern entra como Miembro del Parlamento en 2008 como parte de la lista preliminar del partido, y a lo largo de los años escaló dentro de este; continuó siendo miembro del parlamento a pesar de no haber ganado el puesto de MP por Auckland Central en las elecciones de 2011 y 2014.
En 2017 se lanzó como candidata por el area de Mount Albert y fue elegida unánimemente por su partido, además se convirtió en la líder de Labour poco después. Ese mismo año, Ardern participo en la Marcha Feminista en Auckland y se declaró en oposición al reciente elegido Donald Trump.
Su subida al estrellato, progresismo y efecto en el publico ha sido referido como la Jacindamania, creando sensación en Nueva Zelanda. Precisamente el día de ayer, 17 de Octubre de 2020, finalizaron las elecciones en Aotearoa y una vez más el efecto de Jacinda se hizo sentir en todo el país. En un mundo polarizado donde gobiernos fascistas están liderando, las polarizaciones y la desinformación son cada vez más presentes, Jacinda Ardern surge como un icono progresista arrasando con la oposición en las urnas. La Primera Ministra no es solo un icono sensacional en Nueva Zelanda, sino en todo el mundo, recibiendo mensajes y dando esperanza a coaliciones progresistas en todo el globo.
En estas elecciones se vio la mayor votación en comparación a las ultimas dos elecciones generales, con 1.9 millones de votos por encima de los 1.2 millones y 700 mil votos, en 2017 y 2014 respectivamente. La jacindamania se tomó el Parlamento de Nueva Zelanda y por primera vez desde 1951, Labour tiene la mayoría para gobernar autónomamente con 64 asientos en el Parlamento. No solo Labour surgió como ganador dentro del ala progresista y de izquierda pero el Green Party también. La candidata por Auckland Central, Chlöe Swarbrick, ganó a su contraparte de Labour y muestra una tendencia del crecimiento del partido verde. El último gran ganador de la noche fue Rawiri Waititi quien ganó su candidatura en Waiariki por el partido Māori, marcando el retorno de este al Parlamento, después de no haber alcanzado el 5% mínimo del voto electoral en 2017.
Pero no todo fue una celebración para la izquierda progresista, el partido ACT logró por primera vez en su historia 8% del voto, obteniendo nueve asientos en el parlamento para el partido basado en la filosofía del Libertarismo. Cabe resaltar a los grandes perdedores de la noche, el partido de National y NZ First; el primero vió su decrecimiento en asientos del parlamento por primera vez en dos décadas con solo el 27% del voto electoral, asegurándole solo 35 puestos. Sin embargo, el gran perdedor de la noche fue Winston Peters, líder del partido NZ First, quien no alcanzó el 5% mínimo del voto electoral para ocupar un sitio en el Parlamento marcando el final de su carrera política.
Estas elecciones marcan un camino nuevo para Aotearoa Nueva Zelanda, un camino en un mundo en crisis por una pandemia y colapsos económicos. Ahora, el partido de Labour y la Primera Ministra tienen el poder de liderar esta nación en estos tiempos de gran incertidumbre, pero si algo nos ha dejado su gobierno por los últimos tres años, es que Jacinda está lista para asumir el liderazgo.