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Nuestras conversaciones incómodas

Ivonne Garrido
Foto de Ketut Subiyanto en Pexel

Nuestras conversaciones tienen diferentes matices; cuando estamos en ellas generamos ideas, convocamos a la acción y también cambiamos de dirección. Existen otras en las que intercambiamos experiencias, entregamos resultados y también abrimos posibilidades que no sabíamos que existían.

Por otro lado, están esas que no tienen ninguno de los ingredientes anteriores y que no sabemos cómo sostener. A esas son a las que me refiero como nuestras conversaciones incómodas, ya que por más que las pensemos, siguen siendo difíciles de sobrellevar.

Muchas veces las empujamos a un rincón sin considerar que son importantes, esperando que desaparezcan con el tiempo y así no enfrentarlas, esto no significa que las olvidamos, simplemente nos hacemos los tontos.

Lo otro es sobre pensar la conversación, imaginando diferentes escenarios y posibilidades, en donde ponemos y sacamos variables a nuestro antojo. Dado que no sostenemos la conversación y simplemente fantaseamos, generamos angustia y confusión. También desgastamos nuestra energía, y muchas veces nos provocamos insomnio y cambios de estado de ánimo.

En ninguna de las alternativas anteriores estamos haciendo nada con esa incomodidad, ya que en nuestra imaginación hacemos que en esa conversación inventada encontremos alivio, soluciones y escenarios que no son reales. Cuando dejamos de imaginar, entonces volvemos a la realidad, y esa es, que aún no tenemos la conversación.

Muchas veces estas conversaciones, que aún no suceden, nos impactan al punto de enmudecernos, enojarnos, entristecernos, y hasta deprimirnos. El sostener este diálogo será incómodo y mientras más tiempo pase, más incómodo se pondrá. No hay mucho que podamos hacer con esto.

El asumir que esta conversación será incomoda es darle la importancia que tiene y ponerla en el contexto de nuestra vida. El saber que nos disgusta es una manera de llegar a tenerla.

Una forma de explorar posibilidades desde la incomodidad que sentimos es hacernos algunas de estas preguntas:

  • ¿Cómo cambiaría la vida si tenemos esta conversación?
  • ¿Qué tememos que perder al tener la conversación?
  • ¿Qué sentimos que ganaríamos si la sostenemos?

Esta es una manera en que podemos explorar posibilidades desde un futuro con perspectiva. Por otro lado, dentro de lo posible, sugiero crear un contexto, es decir, buscar un lugar y un momento que nos impulse a dar este salto a la incomodidad.

También, en caso que lo amerite, tener información sobre el tema que estamos confrontando, para así contar con hechos concreto y no solo emocionales, de tal manera de tener algo de la seguridad y el respaldo que buscamos.

No todos tenemos dificultades para estas conversaciones, pero si les puedo asegurar que hay muchos que hoy estamos en esa sala de espera viendo cómo entrar, o no, a ese lugar.

Algunas de las conversaciones más incómodas en el trabajo:

  • Un compañero de trabajo que huele mal
  • Entrar en espacios de vulnerabilidad
  • Brutalmente honesto en la conversación
  • Una confesión laboral
  • El descubrimiento de una aventura de infidelidad
  • Aumento de sueldo
  • Despedir a un empleado
  • Cierre de la empresa

Algunas de las conversaciones más incómodas en lo personal:

  • Dinero
  • Sexo
  • Política
  • Diferencias religiosas
  • Infidelidad
  • Muerte
  • Herencia
  • Divorcio
  • La familia

¿Dónde estas tú respecto a estas listas? ¿Cuáles son tus conversaciones incómodas?

Te invito a agregar las tuyas a la lista.

Y te dejo con esta pregunta: ¿cómo cambiaría tu vida si tuvieras esas conversaciones incómodas?

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