Seguro has escuchado este concepto antes, o lo has leído en alguna publicación de wellness. Bueno, hoy te diré todo lo que yo sé y he aprendido al respecto, y sobre todo, porqué es tan importante saber todo acerca de esta criatura.
Todos tenemos uno y por una buena razón; el niño interior es uno de los dos lados que te componen.
Hoy día, tú eres la suma de todo lo que has sido, eres tanto el niño como el adulto; se alguna manera, a lo largo de tu vida estos dos lados comenzaron a separarse, convirtiéndose en tu mente consciente y subconsciente.
Entonces, por un lado, tienes al adulto. El adulto es tu individuo racional, con los pies en la tierra, responsable, claro y lógico. Es la parte de ti que no conoce el miedo y la que necesita cuidar a tu parte más indefensa. El adulto es quien piensa y toma las decisiones basándose en la experiencia adquirida.
Po otro lado tienes al niño. El niño interior es la parte umbilical de ti que brinda emociones, espontaneidad, risa y alegría. Es la parte de ti que despierta la inocencia, la creatividad, la única parte de ti que es incondicional y amorosa. Debido a su naturaleza umbilical y subconsciente, el equilibrio y el bienestar del niño interior son cruciales para que tengas una vida serena y estable. El niño interior es la parte de ti que no evoluciona y cuya tarea es recordarte que debes vivir con conciencia. Es extremadamente vulnerable, por lo que es el blanco ideal en situaciones de trauma, drama, abuso, dolor, todas aquellas situaciones que traen o tienen el potencial de afectar nuestra vida de forma negativa; cicatrices que, si no atendemos correctamente, pueden llevar nuestro camino de vida hacia resultados poco agradables y no deseados.
Cuando nacemos, estos dos aspectos de nuestra identidad son uno solo. Nuestra mente, en los primeros años de vida, no presenta una división real entre consciente e inconsciente. Cuando somos niños, ¡lo mezclamos todo! Todo es maravilloso y fantasioso, y sobre todo, todo es posible! Nuestro cerebro es una esponja y lo absorbemos todo sin ningún filtro. Aceptamos todo lo que vemos y oímos, y es justamente así que forjamos nuestras primeras creencias y opiniones. Los impulsos eléctricos que nuestro cerebro emite hasta los 2 años de vida son ondas delta. Estas ondas eléctricas son las mismas que emiten los adultos al dormir. Entre los 2 y 6 años de vida, las ondas electromagnéticas cambian de delta a theta, lo que significa que toda creencia que se plantó en el cerebro, comienza a manifestarse en el habla y el comportamiento. Empezamos a decir no porque ya tenemos una creencia plantada y germinante. El consciente y subconsciente siguen fusionados pero ya comenzamos a notar las diferencias entre el mundo real y el mundo soñado. Las ondas theta, además, son las más profundas y por lo tanto permiten un aprendizaje y absorción muy rápidos. Entre los 6 y 12 años, nuestro cerebro comienza a trabajar con ondas electromagnéticas alpha, periodo en el cual nuestra mente ya tiene creencias e ideas florecientes y fuertemente marcadas. Desde los 12 años en adelante, entramos en la zona de ondas beta. Aquí ya somos prácticamente neo-adultos, con una mente ya casi formada y con un contacto mínimo con el subconsciente.
Con el pasar del tiempo, nos enfocamos cada vez más en nuestro mundo real y consciente y dejamos de lado nuestro lado más inquieto, pensando que es de menor relevancia. El problema nace justamente ahí.
Debido a que ambos lados, consciente y subconsciente, adulto y niño, se mezclan en un ser energético, es fundamental mantenerlos conectados en buena armonía. Lo que te agobia hoy, tiene su raíz en tu pasado, en lo que en algún momento te abrumó y no supiste como interpretar y manejar. Tu niño interior te lo recordará hasta que decidas ver qué pasa.
Necesitamos diseccionar las diferentes partes de quiénes somos, explorarlas, definirlas, presentarlas entre sí mismas y asignarle a cada una un rol en tu vida. La aceptación es vital en este proceso. A menudo escuchamos a la gente hablar sobre sus demonios, su lado oscuro. Bueno, esos demonios no son más que nuestro niño interior descuidado. Hay algunos que no han sido atendidos en años. Entre más lo ignoras, peor será el efecto en nuestra vida presente.
Cómo cuidar a nuestro niño interior
¡Aquí te traigo una buena noticia!, cuidar al niño interior es muy simple: hay que darle exactamente lo que anhela. ¿De repente te apetece ir a una esquina y llorar? Acéptalo, ve a una esquina, siéntate y llora hasta quitarte las ganas. Reconoce su necesidad, por patética e irrazonable que pueda parecerte. ¿Te apetece jugar y pasar tiempo riéndote de estupideces? Tómate el tiempo para ello y disfrútalo. Abraza este lado tuyo sin vergüenza ni juicio. Eres tú, al fin y al cabo.
El segundo paso es igual de sencillo, pero toma más tiempo. Una vez que des cabida a tus necesidades emocionales, intenta entender de manera objetiva qué fue lo que pasó. Comienza a escarbar en tu pasado para en encontrar el capítulo cero, donde se originó el malestar de hace un rato. Nuestras emociones y pensamientos son nuestro mejor indicador del nivel de armonía que llevamos.