Yo tenía 5 años cuando conocí a mi primera amiga extranjera, su nombre es (hablo en presente porque espero que siga siendo) Inge y todo lo que sabía es que es alemana y que era nueva tanto en el grupo como en el país. Muchos años después caí en cuenta de eso, que era alemana, que era 1978 y que seguramente su familia estaba huyendo de su país.
A papá lo sacaron de España en 1938; a mamá, en 1946. Yo les abandoné en 1971.
Aroa Moreno Durán (Madrid, 1981) escribe esta su primer novela, “La hija del comunista”, y nos habla sin tapujos de las huellas que dejó la emigración española y la guerra civil pero sobre todo de esa Alemania dividida por un muro y todo lo que esa situaciòn política generó. No sólo el desarraigo del país sino de la familia y los muros que se pueden ir levantando, aún sin querer, con las decisiones que se toman.
Katia es la hija de un comunista español que huye al Berlín Oriental en 1938 y al que seguiría su esposa años después. Katia es entonces una alemana hija de exiliados, que crece bajo el régimen de la República Democrática Alemana con sus costumbres y con algo del idioma español que su madre no quiere perder pero también con esta idea intangible de división que el muro de Berlín llevó a sus habitantes junto con esas experiencias que te marcan en la infancia, como la que menciona la niña Katia viviendo en Berlín del Este: “había dos cosas que cuidábamos como si estuvieran vivas: la radio y la estufa”.
Y aún cuando pareciera que son demasiados los temas que se quieren tocar y que en algún momento alguno se perderá, Aroa logra hablarnos de los miedos, la historia y la vida de Katia que como su padre y su madre lo hicieron antes, se juega todo lo que tiene por la idea de una vida mejor o peor, pero distinta.
Como todos lo hemos hecho, Katia va construyendo su vida y memoria con lo que va heredando de la memoria de sus padres y su familia. Sin embargo, no toda la memoria heredada nos da realidad y estos sueños familiares que a veces volvemos propios se nos rompen en las manos. Así, la decisión de Katia de buscar su propia felicidad cambiando su vida, también afecta a aquellos que la rodean, cual efecto mariposa. Porque todos sabemos que la vida política de un país nos afecta como ciudadanos y en esta Alemania del Este se siente mas presente todavía y por eso entendemos que ella piensa que la felicidad está lejos de ahí.
“La hija del comunista” es una novela de muros no solo físicos en un país sino también de los que creamos con esas decisiones que tomamos, y como nadie puede adivinar el futuro, es que tenemos que aprender a vivir con las consecuencias de nuestras decisiones, aceptando que por muy personales que creamos que son nuestros actos, en mayor o menor medida tienen repercusión en nuestro entorno.
Y tú haces como que ya no te importa. Porque tomaste una decisión sin calcular.
Es por esto que Katia se nos vuelve mas humana conforme pasamos las páginas porque aún cuando no llegamos a conocerla en su totalidad, los aspectos que nos muestra nos dan sus motivaciones, sus dolores, sus ausencias. Esa ausencia también personal por no sentirse de ningún lugar pues Katia sabe que no pertenece a esa España de la que sus padres le hablaban ni a esa Alemania donde nació, pues decidió dejarla atrás para crearse otra vida en ese otro lado del muro, como si fuera otro país dentro del mismo pues políticamente hablando era completamente distinto.
Los libros siempre nos ayudan a llenar algunos puntos que tenemos como deshilachados, por eso solo me quedo pensando que aunque de Inge no supe nada más pues, a falta de redes sociales en aquellos tiempos, nuestra amistad duró lo mismo que el 1er año de primaria que estábamos cursando, siempre he deseado que esté muy bien y después de leer este libro mi deseo de bienestar para ella y toda su familia se acrecenta. Donde quiera que estén Inge y su hermano Uffe espero que el futuro al que llegaron con las decisiones que tuvieron que tomar sus padres a causa de esa Alemania, no les haya dejado muchos muros en su vida.