“Todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación”
Blaise Pascal – Matemático Francés
Muchos entendemos la meditación como un estado vacuo donde los pensamientos no están permitidos, o como un estado de relajación al que accedemos usando nuestra creatividad o imaginería con la intención de evadir el stress diario. Bajo estos métodos, la meditación es un estado mental similar al de las vacaciones. Nos otorga un tiempo libre de nuestra agitación mental; sin embargo, es transitorio. Tarde o temprano estas vacaciones de ’20 minutos’ terminarán y volveremos a interactuar con las personas que no queremos interactuar, al trabajo que nos pone los pelos de punta, o a encargarnos de lo hemos ido evitando por días o años. Tenemos dos opciones entonces; seguir llenando nuestros días de vacaciones de 20 minutos o emprender un viaje directo hacia las profundidades del ser: entender qué somos. La tradición budista Tibetana tiene una visión de la meditación única con métodos descritos desde hace más de 2500 años. Bajo esta tradición, la meditación es el vehículo de autoconocimiento por excelencia que nos permite entender y transformar nuestros hábitos de pensamiento no tan saludables en algo más beneficioso para nosotros mismos y para el mundo. A diferencia de otras tradiciones que buscan darnos un tiempo libre de nuestra confusión, la meditación budista tibetana dice ‘es en esa confusión donde se encuentra la medicina’. La clave es aprender a mirar la confusión con otros ojos. La meditación budista en la tradición del Tíbet integra el desarrollo de dos habilidades que han de desarrollarse gradualmente: Estabilizar y Analizar. La meditación Shamatha, que constituye el inicio del camino meditativo, sienta las bases de una mente calmada pero llena de vigor, ecuánime pero alerta, que encuentra estabilidad en medio del más profundo caos. La estabilidad aquí se logra a través del cultivo del mindfulness, que no es más que recordar volver al objeto de la meditación, sea un objeto físico o la respiración. El mindfulness aquí no se trata de estar en el momento presente (porque éste es tan efímero que se vuelve pasado una vez experimentado) o de estar en un estado de suspensión mental. El mindfulness es la habilidad mental que observa cómo el momento presente se va volviendo pasado y el momento futuro se va volviendo presente. Con el mindfulness la mente comienza a hacerse más resiliente porque presencia el movimiento en vez de identificarse o evadir la experiencia. Una vez que la mente incrementa su potencial para concentrarse, a través del mindfulness, la mente desarrolla una capacidad de hacerse más espaciosa, a esta le denominamos ‘consciencia’. Con esta habilidad la mente deja de batallar con los diversos estados mentales que experimenta (por ejemplo, enojo, ira, frustración, deseo extremo, resentimiento, distracción, celos, etc.). Por el contrario, la mente se abre a experimentar todos los estados mentales con la misma disposición que una madre trata a sus hijos: sin distinguir entre bueno y malo, sólo contemplando su existencia y transitoriedad.
Con la práctica de la meditación Shamatha, la mente se vuelve menos claustrofóbica, más abierta a experimentar las subidas y bajadas de la experiencia humana sin tanto drama. La mente aprende a relajarse un poco más sea en la calma o en lo agitado del caos. Una vez el practicante ha logrado estabilizar su mente considerablemente, la meditación Vipassana puede tomar lugar. La meditación Shamatha es fundamental porque sienta las bases de la estabilidad mental; sin embargo, el cambio de mirada ocurre en el siguiente nivel: Vipassana. Quedarse 10, 15 o 20 años en Shamatha nos traerá más calma, pero ésta no genera un entendimiento profundo de la causa del sufrimiento humano: la ignorancia (avidya). Ignorancia entendida no como la ausencia de conocimiento, sino como la imposibilidad de ver la realidad absoluta: la impermanencia como característica a todo lo que existe.
La meditación Vipassana investiga, analiza y deconstruye gradualmente la raíz del sufrimiento humano: La ilusión de separación entre un yo y otro, el observador y objeto, mi mente y yo. En contraparte a la literatura existente en meditación actual, la meditación Vipassana bajo la tradición budista si utiliza el pensamiento y conceptos para responder la pregunta que ha sido el motor de diálogos humanistas por siglos: ¿Qué es el yo? ¿dónde está el yo?
El camino meditativo es el vehículo perfecto para embarcarnos en el viaje del héroe, como diría Josep Campbell. Héroes porque nos atrevemos a reconocer que hagamos lo que hagamos, siempre hay una insatisfacción existencial en el profundo de nuestro ser. Así cumplamos todos nuestros sueños, la sombra de ‘no es suficiente’ nos persigue. Reconocer nuestra vulnerabilidad humana nos hace héroes y es de valientes guerreros ir a buscar cómo remediamos este herida existencial que parece no darnos tregua.