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Conversar es una decisión

Ivonne Garrido

¡Amo conversar! El intercambio de ideas, la apertura a posibilidades, el fantasear en compañía, incluso el entrar en el terreno de lo concreto (que no es precisamente mi fuerte) son un continuo aporte a mi curiosidad y me permite explorar las miradas y perspectivas de otros, y en ocasiones hasta las mías.

Para mis conversaciones cuento con un repertorio variado y amplio que se llena de preguntas y pocas respuestas. Disfruto de la controversia en donde no estoy interesada en tener la razón, pero si argumentar con otros. En resumen, disfruto conversar.

Como un parentesis y solo por mencionarlo, hoy nos enfrentamos a las conversaciones sin mirarnos, ni tocarnos, y dejamos tanto espacio para la interpretacion en soledad que finalmente la conversacion transforma en una ilusión. Esto lo digo porque creo que escribiré de esto en otro momento, pero por ahora quiero volver a lo que me convoca, el amor que le tengo a las conversaciones.

Entonces retomando, con el tiempo he notado que en oportunidades no estoy con esta apertura y disponibilidad a la conversación, y esto básicamente tiene que ver con:

  • No es el momento
  • No es el contexto
  • No es la persona
  • Me da pereza/miedo/pudor
  • No sé bien porqué

Detallaré cada una de ellas para explicarme mejor.

NO es el momento: esto no tiene que ver con algo en particular; en algunos casos estoy apurada, u ocupada, o simplemente distraída, entonces yo decido que no quiero tener esa conversación en ese momento.

NO es el contexto: por ejemplo, hay mucho ruido, está oscuro, hace frio, etc., o por otro lado me siento mal, o triste, o simplemente cansada. Factores que para mi no hacen que la conversación fluya, por lo que yo decido que en ese contexto no quiero tener la conversación.

NO es la persona: ese personaje que insiste en un tema en el cual no quiero entrar y que me torea por todas las esquinas presionándome a que yo entre en la conversación, pero yo decido que esa no es la persona con la cual quiero estar conversando.

ME da pereza/miedo/pudor: esto lo comienzo a sentir en el cuerpo, me pongo incómoda, se me cierra la mirada y me inquieto. El tema no me deja en paz, y sin paz y serenidad yo no puedo conversar. Puedo gritar, discutir, llorar, pero no conversar. Bajo estas condiciones mi escucha no esta disponible, por lo que yo decido que con este cuerpo no voy a sostener la conversación.

NO sé bien porqué: esta es una combinación de todo lo anterior, mi cuerpo está incomodo, la o las personas no me cuadran, el contexto no está, y considero que no es el momento, por lo que yo decido que no quiero sostener la conversación.

Remarco NO y yo decido en cada párrafo, porque creo que es importante hacerme cargo de esto. La que considera estos factores soy YO, los otros pueden considerar que otros factores son importantes para las conversaciones que quieren no sostener, pero para que haya conversación, a mi juicio, los involucrados tenemos que coincidir en querer tener la conversación, y si eso no ocurre entonces no es posible conversar.

Esto lo digo porque creo que está en cada uno de nosotros el escoger las conversaciones que queremos sostener, con quien lo queremos hacer, en que contextos, y cuando.

Las conversaciones son aquellos espacios en los que queremos ahondar, entrar en temas que nos resuenan o de los cuales tenemos curiosidad por lo que se traducen en entendimiento y aprendizaje. No es solo el hablar por decir algo; es el intercambio, es la interacción, es el regalo que nos damos mutuamente.

El tomar conciencia plena de las conversaciones en las que estamos entrando nos da la oportunidad de escoger no solo si queremos estar ahí, sino también de los factores que influyen en cómo esta interacción se produzca.

A mí, las conversaciones me parecen importantes, quiero dedicar tiempo y energía a ello, no quiero hablar para rellenar el tiempo, no quiero decir cosas para quedar bien, o para verme importante, no quiero repetir el argumento de otros para parecer que sé o que estoy en acuerdo.

Quiero ser capaz de decir “no sé” en un ambiente que me proteja y me cuide, quiero contar mis historias en donde sean escuchadas y la curiosidad sea el motor de lo que continúe. Quiero dar mi tiempo cuando converso, y eso es valioso para mí.

Hoy por hoy escucho mucho esto: el tener que conversar para resolver, decidir, actuar, entender, etc.  Y me parece que es importante y necesario, sin embargo, también creo sustancial considerar en como queremos que estas conversaciones sucedan de manera que exista intercambio de ideas, creación de mundos, apertura a posibilidades, fantasía en compañía, y así poder entrar en los terrenos concretos que nos ayuden a escuchar con apertura y flexibilidad. 

Imaginen si los políticos conversaran para resolver lo que sus votantes les piden, o que los jefes escucharan en conciencia lo que los empleados necesitan, si lo empleados consideraran como propias las inquietudes de sus jefes, etc.

En un ámbito más intimo, imaginen a los padres conversando con sus hijos y los hijos conversando con sus padres en un espacio de aprendizaje mutuo, las parejas conversando para escucharse y coordinarse, los familiares contando historias de experiencias y aventuras, los colegas en el trabajo uniéndose a la inquietud de uno de ellos con plena conciencia y consideración. Solo imaginen, ¿qué pasaría?

Esto no se trata de pedir o demandar, ofrecer o regalar; esto se trata de abrir un espacio en donde escuchemos con cuidado y conciencia, hablemos con claridad y confianza sin temor a ser juzgados o calificados.

NO conversar es una decisión y hacerlo también lo es.

Esfuérzate en tener las conversaciones que quieres tener, con quien las quieres tener, en el contexto que te parezca apropiado, y cuando el cuerpo las reciba con apertura y flexibilidad, esas son las conversaciones que vale la pena vivir.

¡Tú decides! Yo ya estoy haciendo lo mio.

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