Hablemos de apego

Consuelo Hepner

Mucho se escucha el concepto de ‘apego’ últimamente; se habla de ‘crianza con apego’, se escuchan mamás diciendo ‘mi niño es muy apegado’, y a veces de tanto usar una palabra, ésta pierde su sentido y se confunde su significado.

El apego es el vínculo afectivo que establece todo bebé con su cuidador primario, quien la mayoría de las veces es su mamá. Este vínculo existirá siempre, lo queramos o no, y por eso es confuso y no tan preciso hablar de ‘crianza con apego’.

Lo que no ocurre siempre es que este vínculo sea seguro, porque la relación que se establezca entre el bebé y su cuidador puede ser tanto segura como insegura, pero ¿de qué depende esto?, veamos…

Los bebés llegan al mundo y necesitan del cuidado constante de un adulto, son dependientes, y la relación de apego cumple, en este sentido, un objetivo de supervivencia. Es como que los bebés vinieran programados para conectar, para enamorarnos, diciéndonos: “conectemos, quiéreme, te necesito para vivir”.

Los bebés tienen necesidades de diferentes tipos (fisiológicas, afectivas) y buscarán la manera de hacernos saber cuándo es que necesitan de nuestra ayuda para satisfacerlas, y acá viene un factor clave: la forma de ser del adulto y la manera en que responda y satisfaga estas necesidades, será crucial en el tipo de apego que se genere entre éste y su bebé. Y nos referimos a acciones mantenidas en el tiempo.

Por ejemplo, imaginemos a un bebé que lleva pocos meses en este mundo. Cada vez que necesita algo (cuando tiene hambre, está cansado o necesita un abrazo), comunica esta necesidad a través del llanto y hay un adulto sensible (su madre, por ejemplo) que lo acoge con cariño, le habla con ternura, busca entender qué es lo que necesita, y oportunamente va satisfaciendo sus necesidades. Este bebé está teniendo una experiencia positiva en el mundo: cuenta con un adulto que le hace sentir seguro, va creciendo sintiéndose amado y cuidado, confiando en el mundo y en sí mismo. La seguridad que le brinda este vínculo afectivo tan sólido, le permite explorar su entorno sin problemas. Estamos en presencia de un vínculo positivo: un apego seguro.

Si, en el caso contrario, cada vez que el bebé llora porque necesita algo el cuidador se muestra ansioso o desconectado emocionalmente, si es por ejemplo el caso de una madre en conflicto con su maternidad, con problemas de salud mental, o simplemente sus respuestas son poco cariñosas o predecibles para el bebé, puede que éste no se sienta seguro bajo el cuidado de éste adulto, y que la relación o el vínculo entre ambos sea de tipo inseguro. Éstos son bebés y niños pequeños que no se sienten tranquilos explorando el entorno y buscan ansiosamente a su madre pues necesitan sentir esa seguridad que no reciben (apego inseguro ansioso), o quizás sean bebés y niños que exploran muy tempranamente de forma autónoma, desconectados emocionalmente de su madre pues es la forma en que han aprendido a vincularse (apego inseguro evitativo).

Ahora que aclaramos algunas ideas, te invito a reflexionar: ¿qué tipo de apego crees que estás fomentando con tus hijos?, y ¿cómo habrá sido el que tus padres tuvieron contigo?

Artículos relacionados