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Parte 2
Valentina había subido la propuesta al grupo de Latinos un martes. Para ese viernes ya teníamos cuatro más interesados y para el martes siguiente, otros cuatro. El grupo se cerró con once personas en total.
Partiríamos en viaje en dos semanas, así que teníamos tiempo de sobra para organizarnos. Los que estábamos en la isla norte, más todos aquellos en la isla sur en camino hacia Christchurch, iríamos en la van de Valentina, quién iría recogiéndonos uno a uno por el camino. Adriano y Juan, que ya estaban en Christchurch, irían con su auto. Nos esperarían para hacer noche en su casa y así, al otro día partiríamos todos juntos hacia Dunedin, nuestro punto de encuentro con Susan (la terrateniente del espacio). Josefina vivía en Dunedin, así que pasaríamos por ella justo antes de ir hacia el destino definitivo.
El tiempo se paso volando, y la noche anterior a partir en viaje finalmente llegó. Preparé la mochila y el equipo de mate listos y me tiré en la cama a dormir. Pero no podía pegar un ojo, así que, con paciencia, esperé a que se hiciera de día repasando lo que había empacado una y otra vez. En cuanto apareció el primer atisbo de luz natural, me levanté de la cama, tomé el equipaje y bajé a la cocina, que aún estaba desierta, a desayunar. Valentina pasaría a las 7.30 am; tenía tiempo de sobra.
Me hice unos huevos sobre tostadas y un café con leche. Cuando terminé, me dispuse a calentar el agua para el mate.
Alguien entró en la cocina. Era Samuel, un chileno con el que habíamos pegado buena onda en un principio, pero que cuando le había preguntado si sabía de la propuesta de Facebook, no solo me había contestado mal, si no que después de eso no me había hablado más.
Se acercó a hablarme. ¿Y a este qué le picó? Pensé.
“Ya parten en viaje hoy?” me preguntó sin rodeos.
Trate de olvidarme del odio que había sentido cuando me había dejado hablando sola y le contesté con falsa simpatía.
“Si, Valen pasa en media hora…” el agua estaba lista. Llené en termo sin decir más.
Mi mente se inquietó; cómo si la pregunta de Samuel hubiera venido a recordarme la locura de lo que estábamos a punto de hacer… Y me invadió el miedo y el nerviosismo.
Pero luego, una pregunta más; que para nada había estado esperando.
“Crees que aún hay tiempo para que me sume?”
¿Qué? Lo miré algo desconcertada. Y luego, instantaneamente se me soltó una sonrisa.
“Creo que… si no me confundo… Creo que aún hay espacios libres…?
“Tu crees?”
“Sí, claro. Corré a empacar.”
Y salió disparado hacia arriba.
A las 7.30 en punto Valentina pasó por los dos. En cuanto nos subimos a la van y encaramos hacia Hamilton, los nervios, el miedo y la incertidumbre desaparecieron por completo. Ya en viaje, tomando mates como si no hubiese un mañana, pusimos la radio a todo volumen y desentonamos melodías irreconocibles; golpeamos las piernas al ritmo del desorden.
Cuando llegamos a Hamilton, cargamos más agua para mate, recogimos a Flor y emprendimos viaje una vez más. En esta oportunidad, nos decidimos por música real, pues Flor traía guitarra y una voz que era un encanto.
Ya en Taupo, nos encontramos con David y Popi. David, bastante cargado, pues venía con utensilios de cocina a cuestas. Y Popi, por suerte –el espacio estaba escaseando- solo con su mochila adornada con los colores del arcoíris. Desde Taupo hasta Wellington solo ejercitamos la risa y el intercambio de anécdotas. Y ya en destino, nos fuimos directo hacia el ferry, dónde nos esperaba Carmen para cruzar hasta Picton. Allí nos encontraríamos con Fede y Marcos, que venían de Nelson. Comimos algo más que galletas en un bar, estiramos las piernas, y emprendimos el último tramo del viaje hasta Christchurch; Popi al volante.
Llegamos de noche. Por suerte, Adriano y Juan nos esperaban con la comida lista; fideos con salsa y unos ricos vinos Argentinos.
Por un rato nos olvidamos del cansancio, y a las 12 cayeron todos muertos. Todos menos yo, que aún no podía pegar ojo, pues la excitación era extrema y mi cuerpo aún guardaba mucha energía.
Vi que a lo lejos se prendía un celular; era Samuel; tampoco podía dormir. Le mande un mensaje.
“Vamos afuera?”
Sin decir, nada se puso de pie y salió al parque.
La noche estaba hermosa. Callados por un rato, nos sentamos en el piso a contemplar el cielo.
“Que te convenció?” le pregunté ya sin vueltas.
Me miró, luego al cielo devuelta. “Tu… me refiero, ve’te hacer la mochila… Y cuando bajé a la cocina hoy por la mañana, bueno, e’ que me agarró una cosa rara en el e’tómago… Como que me e’taba perdiendo de algo, ¿cachai?.. La propuesta e’taba super bacán de’de un principio. Pe’o tenía miedo. Era to’o super rápido… Despué’ vi que te sumaba’ y me dio mucha bronca. Por no poder decir que si de una y ya. Perdón si te ofendí. No era mi intención…”
Me gustó escuchar su versión y las disculpas. Aparte, el tonito chileno me resultaba super bello.
Y nos pasamos la noche charlando de la vida; en vela una vez más.
Al otro día arrancamos temprano. Llegamos a Dunedin, y Josefina ya estaba esperándonos en el octágono del centro. Susan nos esperaba en la salida hacia la ruta.
El último trecho hacia el lugar se hizo eterno; veníamos viajando hacía horas y el entusiasmo se estaba agotando; lo reemplazaban el cansancio y la impaciencia. Yo estaba que me caía redonda del sueño.
La pickup van de Susan, que venía liderando, tomó un pequeño giro y se fue sendero hacia adentro. Supuse que estabamos por llegar, pero, a cada nuevo metro, los alrededores se volvían más desolados; la civilización más retraída.
Y frenamos; en el medio de la nada. Se veía el río Clutha a la distancia. Susan bajó de su vehículo y se fue hasta el baúl, de donde descargó de todo; carpas, herramientas, maderas, cajas, ollas… No podía ser cierto. ¿Acaso debíamos construir el lugar desde cero?
Me quedé helada; la van entera se quedó helada. Y por un largo rato, nadie habló ni se movió.
Vimos que Adriano, envalentonado se bajaba del auto. Valentina lo siguió. Sacudían brazos en conversación con Susan; parecían gritarle. Y ella con cara de incomprensión.
Y se bajó Juan y Carmen y Popi. Y se bajaron Samuel, Marcos, Fede y Florencia. Se bajaron todos.
Yo no, yo me quedé, pues no quería aceptar lo que nos esperaba.
Continuará….
Les dejo acá un videito de Latin Kiwi de cómo sobrevivir en Nueva Zelanda como latino.