Eran las 4:25 de la mañana y el último latido se presentó a las 4:24´59”. La enfermedad se había extendido; todos eran conscientes de ello, hasta la propia víctima.
Corría el año 1941, en la escuela Eslaco y Espadco de Bogotá un joven apuesto, de nombre Polo, estudiaba ciencias e idiomas, y su talento no tenía límite. Pese a que era un chico inteligente y aplicado, de nada le iba a servir tanto estudio porque jamás sabría cómo evadir esta temible enfermedad que se propaga como esporas en el aire.
Los cuarenta pasaron, al igual que los sesenta y los setenta, la enfermedad aún no se manifestaba; para aquel entonces Polo vestía a la moda, se dedicaba a administrar su finca, cuidar de su familia. Mientras malgastaba el tiempo en temas sin importancia, la enfermedad aprovechaba para sacar ventaja de su vida.
Martes, 18 de noviembre de 2008
La mañana del 18 de noviembre, la enfermedad empezó a manifestarse. En una de sus casas construida y diseñada por él mismo, bajo el área de un trapecio, salió a su patio de dos hectáreas, miró hacia el cielo, y pronunció: “estos serán de mis últimos viajes”, la esposa de su hijo le escuchó, aunque ella conocía la verdad, prefirió guardar el secreto.
Viernes, 21 de noviembre de 2008
Tan solo tres días después, Polo sintió un frío exorbitante en el ambiente, como si un vendaval helado hubiese pasado por su lado, pero era solo una señal de que la enfermedad tomaba más fuerza. Cuatro días más tarde, el Caballo Blanco, propiedad de Polo, fue vendido por sospechas de que el animal probablemente era el portador de tan peligrosa enfermedad, los cercanos le aconsejaron alejarse del animal y tratar de continuar con su vida. El caballo murió 24 horas después y muchos creyeron que con él se había enterrado la desgraciada enfermedad.
Llegaron las festividades decembrinas y, aunque Polo trataba de pasar desapercibido, su nieta mayor percibía en su rostro debilidad. Ya no era el mismo, algo estaba perdiendo.
Era el último día del año y todos en familia brindaron, escribieron deseos, y cenaron. No era tiempo para llorar, pese a que todos ya estaban contagiados.
Miércoles, 7 de enero de 2009
La tradicional comida de Polo había sido sustituida por forti vitamínicos, pero nadie prestó atención a esto, solo su nieta Melissa sospechaba algo: “siento un peso en el corazón , pero no sé qué es” pensó la joven.
Poco más tarde, misteriosamente, Polo ya no tenía voz. Él ya sabía cuál era su enfermedad, ¡al fin la conoció!, pero cuando trató de advertir a todos acerca de esta, ¡la maldita no lo dejó hablar!. Pasados unos minutos Polo no respondió, lo llevaron a su cama, trataron de que volviera en sí y al final lo logró. Por primera vez la enfermedad sintió compasión de él y decidió extenderle su tiempo. Esa noche sus vecinos y amigos llegaron a la casa, todos querían darle su despedida, pero él ya no estaba allí; Melissa lo sabía porque estando cerca de él vio cómo fijaba su mirada en un punto y alzaba su mano derecha tratando de coger algo que no era visible ante los ojos humanos.
Viernes, 9 de enero de 2009
3:05 p.m. – Todos sabían que esa enfermedad lo estaba matando y, mientras que unos decían que era mejor que muriera en su casa, una minoría sugería llevarlo a un centro medico. Contrario a lo que se creía, la minoría ganó. Ese día más de veinte personas vieron como Polo abandonaba su finca la que forjó y dirigió por más de 50 años.
5:00 p.m. – El estado de Polo era crítico; el viaje lo perjudicó más, las vías respiratorias estaban en mal estado pero la tensión arterial y el corazón se encontraban estables, solo restaba esperar.
Sábado, 10 de enero de 2009
3:00 a.m. – La nieta mayor es testigo de las secreciones del pulmón de Polo, inmediatamente llamó a Diego, quien vio como las manos de Polo estaban moradas, sus ojos hinchados, y sus pies algo torcidos. Fue un momento de silencio en la habitación, la enfermedad estaba dando su estocada final.
4:23 a.m. – Diego empieza a alarmar a la familia, al mismo tiempo la médica de turno llega a la habitación y, aunque trata de estabilizarlo, el cuerpo de Polo no responde y empieza a presentar un paro respiratorio. Insistentemente, la profesional luchó por mantener con vida a Polo, pero su nieta con los ojos llorosos le dice: “tranquila doctora déjelo descansar”. Pasaron solo 10 segundos para que la mano de Polo se desvaneciera, sus ojos se fueran cerrando y su cuerpo enfriando.
Lastimosamente la enfermedad no murió con él, por el contrario, continúa merodeando hasta que encuentra la oportunidad de atacar. Seguramente aquel que conozca la historia de Polo sabrá que es portador de esta penosa enfermedad a la que todos llaman “La vejez”.